_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Por la belleza sostenible

En estos días se ha estado debatiendo la Ley de Economía Sostenible. Dicha ley propone un cambio de modelo productivo con el fin de crear riqueza y empleo, con el apoyo a algunas actividades como la I+D+i y con respeto al medio ambiente. Sin ánimo de ser exhaustivos, veamos algunas de las precauciones que deberíamos tener en cuenta:

l Nadie puede saber exactamente cuáles acabarán siendo los sectores de futuro que impulsen la economía española. El gobierno cumpliría su misión simplemente creando las condiciones económicas y sociales que faciliten una mejor evolución de la economía española.

l La sostenibilidad se debe de explicar mejor. En toda economía hay diversos capitales (financiero, humano, medioambiental, fondo de comercio, etc.) que conviene proteger. Hay que aprender a crear valor sin destruir valor. ¿De qué nos vale anunciar un beneficio, o el cumplimiento de un objetivo ministerial, si al mismo tiempo se mina el futuro al destruir el capital humano o el fondo de comercio, o el prestigio de la organización en cuestión?

l Más allá de un cambio de sistema productivo pensado básicamente en la evolución de los sectores privados de actividad, se debería incluir asimismo en el debate el modelo de funcionamiento del sector público.

l Un verdadero cambio de modelo merecería iniciar importantes cambios estructurales que no se contemplan explícitamente. ¿Cambio en el sistema financiero? ¿Reforma del mercado laboral? Quizás sí, pero atención a las visiones macroeconómicas que ignoran las distancias cortas. Y, hablando asimismo de recuperar confianza: ¿qué tal una reforma del sistema político?

l Se agradece la propuesta de reducir el tiempo y el coste para la creación de pequeñas empresas; después de todo de ellas depende en gran parte nuestro tejido industrial. Pero, por ejemplo, en el nuevo modelo productivo el cierre de la pequeña empresa, respetando los compromisos legales y éticos, no debiera constituir un estigma social. Algunas de las medidas concretas de apoyo, más que estáticas, se deberían de mantener en el tiempo.

l Más allá del flagrante poco respecto de la legalidad en algunas instituciones públicas y privadas, si de algo andamos escasos, es de ética profesional. He aquí un punto sorprendentemente subdesarrollado en esta ley. La diferencia entre lo bueno y lo malo no se halla entre lo público o lo privado, o entre un sector u otro, sino simplemente entre los que actúan dentro de la legalidad y bajo un compromiso ético, y los que no.

l Y finalmente, ¿topes en la retribución? En realidad el quid de la cuestión está en la foto. A todos los altos dirigentes, públicos y privados, les gusta salir guapos en la foto de fin de año. Sin un cambio significativo en los sistemas de medida del éxito organizacional, los propósitos de una economía sostenible se quedarán en agua de borrajas. Las cuentas de las organizaciones del futuro se deberían de construir bajo los cánones de la belleza sostenible.

Juan Ramis-Pujol. Profesor del Departamento de Dirección de Operaciones e Innovación de Esade (URL)J

Archivado En

_
_