El Borodino de los mercados
Nuño Rodrigo - 22/12/2009
Napoleón ganó en Borodino, pero su Grande Armée fue incapaz de destruir por completo el ejército soviético. Un regalo envenenado que abrió al general corso las puertas de Moscú, pero que finalmente, le llevó a su gran derrota. Lev Tosltoi narra de forma magistral en Guerra y Paz cómo el fragor de la batalla impide a los que participan en Borodino saber quién gana, y que el destino tiene por costumbre guardarse un par de cartas debajo de la mesa.
Una victoria no siempre es una victoria. A primera vista parece que en este extraño cierre de un 2009 dramático el mundo financiero regresa a una especie de business as usual, con la salvedad de que algún día subirán los tipos y de que la recuperación es más anémica de lo normal, etcétera. Sin embargo, es difícil que el crac de 2008 vaya a dejar las cosas como están. Cambiarán muchas cosas pero, como sucedió en Borodino, quizá no se sepa la trascendencia de los acontecimientos hasta pasado el tiempo.
El crac financiero ha cambiado muchas cosas en la economía, pero también en el pensamiento económico, y sirva como ejemplo que ahora la UE propone formalmente gravar las transacciones financieras, algo que era un anatema hace tres años.
Es sólo un ejemplo. En el Borodino de los mercados hay otras víctimas, y consecuencias que se verán mejor según se asiente el polvo de la batalla. La hipótesis de los mercados eficientes fue uno de los pilares de la arquitectura financiera; se supuso que los precios que salen de los mercados son correctos, por más que la experiencia histórica da un ejemplo tras otro de lo contrario. Esta premisa es la que obligaba a los bancos a apuntar a valor de mercado los activos de su balance, y el sustento teórico de las calificaciones crediticas de estructuras de titulización. Es sólo un detalle técnico, pero a veces los detalles son los que cambian el destino de las batallas.