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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Zapatero abre la vía a reformas de verdad

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, anunció ayer en el Congreso un paquete de medidas para mejorar la competitividad de las empresas españolas. La propuesta suena bien: reformas en el mercado laboral, pacto de energía que determine el mix de producción para 2020, transformación de la ley de cajas, una propuesta para asegurar la sostenibilidad de las pensiones, lucha contra el fraude fiscal o en la Seguridad Social, un plan de competitividad industrial, otro turístico basado en la sostenibilidad de las costas y las playas, impulso al sector agroalimentario y modernización de la justicia. Unido a las numerosas medidas incluidas en el anteproyecto de la Ley de Economía Sostenible, se convierte en el programa de reformas más ambicioso en muchos años. Al menos, sobre el papel.

Pero es lógico cierto grado de escepticismo. Primero, por parecer una reacción improvisada a las críticas recibidas por el anteproyecto de la Ley de Economía Sostenible. Y, sobre todo, porque el presidente se limitó a enunciar, una vez más, una batería de intenciones, de proyectos sin concretar, que irán viendo la luz en los próximos 18 meses. Es demasiado tiempo teniendo en cuenta el año y medio de crisis transcurrido y los cerca de cuatro millones de parados registrados en estos momentos en las oficinas del Inem. La mayoría de las reformas deberían estar en marcha, como vienen demandando numerosos organismos nacionales e internacionales, hace meses.

La iniciativa lanzada ayer merece el apoyo por la simple razón de que todas y cada una de las reformas apuntadas son imprescindibles. Y a la cabeza, la reforma laboral, un tabú hasta ahora para el Gobierno desde el inicio de la crisis. Ese cambio de actitud es un avance, como la voluntad sugerida ayer por Zapatero de legislar incluso, y si fuera necesario, en ausencia de acuerdo entre los agentes sociales. La CEOE lo demandó así al Gobierno, también ayer, en su cumbre empresarial. Están por ver los cambios que tenga en mente el Ejecutivo. El presidente ya desveló algo al reclamar que se vaya más allá de exigir un determinado tipo de contrato, de pedir rebajas en las indemnizaciones por despido o de reclamar la exclusión de los conflictos laborales del sistema de control administrativo o judicial. Mal paso si de lo que se trata es de limitar de nuevo el campo negociador.

La buena noticia es que todavía hay margen para avanzar en una reforma verdaderamente eficaz. Sería una victoria flexibilizar la negociación colectiva o incluir el modelo alemán de reducción de la jornada como ajuste temporal de empleo. Y, por supuesto, adaptar de una vez los servicios de intermediación de empleo a las necesidades reales de las empresas.

La reforma de la ley de cajas es otra de las grandes novedades esbozadas ayer. Demandada insistentemente por el sector, habrá que esperar igualmente a conocer el espíritu del nuevo marco legal. Aquí el Gobierno tendrá que romper resistencias externas pero también internas, procedentes de los Ejecutivos regionales, reacios a una merma de sus competencias sobre estas entidades financieras. Sin embargo, la reestructuración en marcha que precisa el sector justifica sobradamente reforzar al Banco de España para permitirle acometer fusiones técnicamente eficientes sorteando las presiones políticas.

Igualmente alentadora es la oferta del Gobierno para modificar su posición en materia nuclear con el fin de cerrar un acuerdo energético con el PP. Las empresas agradecerían enormemente la aprobación de un modelo cuyos costes no supongan una traba competitiva. Como también es una noticia esperanzadora la elaboración de un plan de competitividad industrial y los planes específicos para el sector turístico o el agroalimentario.

Zapatero abrió ayer una ventana a la esperanza. Esbozó reformas de calado, sin las cuales es impensable ganar competitividad y, por tanto, crear empleo. Pero todo queda aún por definir y habrá que valorar si existe en el Gobierno suficiente valentía para entrar de lleno en medidas necesarias. Medidas políticamente costosas si se plantean mal, pero siempre beneficiosas a largo plazo.

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