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Enología

El vino en la sangre une a cinco sagas bodegueras

Tataranietos de holandeses, españoles y portugueses se alían en los Douro Boys.

El vino corre por sus venas. Descienden de aquellos comerciantes españoles, holandeses y portugueses que en el siglo XVII y XVIII contribuyeron a engrandecer el vino de Oporto. Todavía hoy conservan rasgos y apellidos de sus orígenes. Son los Van dier Nieeport, Van Zeller, Olazábal, Roquette y Ferreira, cinco sagas bodegueras portuguesas que se han unido para comercializar vinos de mesa blancos y tintos.

Se hacen llamar los Douro Boys. Cada uno de ellos tiene una estirpe distinta pero les une "el amor a la cultura del vino y a la tierra, el Duero", como asegura Dirk Van der Nieeport, un portugués rubio de ojos azules cuyos antepasados crearon en 1842 las Bodegas Nieeport en la Quinta de Nápoles. æpermil;l constituye la quinta generación de una bodega que actualmente factura seis millones de euros.

A su lado están los Ferreira, un apellido ligado a la marca de Oporto desde 1716. La tatarabuela de João Ferreira (otro Douro Boy), doña Antónia Adelaida Ferreira (1811-1896), fue una las mujeres más poderosas de su país. Su hija llegó a casarse con el rey de Portugal. En 1987, coincidiendo con un cambio de leyes, sus descendientes vendieron el negocio del vino de Oporto e iniciaron la producción de vino tinto y blanco bajo la marca Quinta do Vallado.

Tras 25 años como directivo en BPI, João Ferreira, la sexta generación, se ha convertido en bodeguero. Vive a caballo entre Oporto y la Quinta do Vallado, pero "con la oficina en el coche". Factura dos millones de euros.

Al más puro estilo Falcon Crest, los lazos familiares se entrecruzan entre ellos. Primos de João son la familia Roquette, propietaria también de una de las fincas más importantes de la zona, la Quinta do Crasto, que comprende 130 hectáreas y data de 1615.

Tomás Roquette explica cómo cinco castas bodegueras acordaron un buen día unir sus fuerzas para hacerse fuertes frente a la competencia española y francesa.

"Todos nosotros tenemos una tradición familiar. Nos conocemos desde hace muchos años. Hace siete decidimos iniciar una nueva actividad empresarial. Pasar de producir sólo vino de Oporto a vinos de mesa, ya que teníamos la materia prima para hacerlo, la tierra" asegura este bodeguero.

Así nació la alianza entre ellos, formando un grupo en el que no falta un español, Francisco Javier de Olazábal, quien conserva todavía hoy su documento nacional de identidad. "Mi bisabuelo se llamaba Tirso de Olazábal, fue ayudante de campo del pretendiente carlista, y al fin de la última guerra carlista se exilió a Francia. Ahí, su hijo mayor, mi abuelo, Ramón Olazábal, conoció a mi abuela, descendiente de los Ferreira".

Cristiano van Zeller, otro Douro Boy de origen holandés que estudió en España (San Sebastián), narra una historia de superación personal. "De poco sueño y mucho trabajo", señala. "Empecé de cero cuando la finca Quinta do Vale Dona María estaba en ruinas y sólo quedaban 10 hectáreas. Durante muchos años estuve produciendo muy poco. Tanteando lo que me gustaba, lo que yo creo que es la verdadera transmisión del sentido de la tierra. Y entonces sí desarrollé el proyecto", agrega Van Zeller.

El Oporto se queda en manos gallegas

La producción del vino de Oporto está limitada por ley, por lo que muchas sagas portuguesas han preferido desprenderse de estos negocios y venderlos a inversores extranjeros.Caixanova se ha convertido en uno de los principales propietarios de este exquisito caldo. Compró las históricas Bodegas Cálem, en 2003, una bodega que data de 1859, cuando fue creada por António Alves Cálem. Más recientemente, en 2006, la caja gallega se hizo con las Bodegas Kopke, que datan de 1638. Entre sus vinos más reconocidos, destacan el Porto Kopke 40 años y el Porto Kopke Colheita 1980.

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