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Análisis

Reforma laboral: Más vale tarde que nunca

Después de un año y medio de recesión y 1,5 millones de empleos destruidos, parece que empresarios y sindicatos se han convencido de que el mercado laboral español tiene fallos que han de corregirse. Más bien, estos últimos porque la CEOE lleva ya un tiempo reclamando cambios en el mercado de trabajo (otra cosa es si estos cambios son los que necesita la economía española o no, pero eso es lo que debe analizarse en una mesa de diálogo).

La crisis internacional ha pasado como una apisonadora por España, destruyendo puestos de trabajo con mucha más intensidad que en el resto de Europa. De hecho mientras que en países como Francia o Alemania el efecto de los reveses económicos sólo afectado en décimas a su tasa de desempleo, en España ésta ha pasado del 10% al 18% en apenas un año.

Ante esta evidencia y tras una ruidosa ruptura del diálogo social en julio pasado, el secretario general de CC OO acaba de sugerir, hace apenas una hora, que las centrales sindicales estarían dispuestas a sentarse a negociar la tan manida y demandada reforma laboral. Sólo ponen una condición: que el pacto salarial hasta 2012 que negocian ahora con los empresarios llegue a buen puerto.

A priori, esta exigencia no parece inalcanzable en estos momentos, ya que hay bastante disposición por ambas partes a pactar una autentica moderación salarial para los próximos tres años, siempre y cuando se recupere, a partir de 2013, el poder adquisitivo que eventualmente se pierda en los siguientes tres ejercicios.

Es por tanto, la primera vez que la negociación de una reforma del mercado de trabajo aparece como algo factible en un horizonte no muy lejano. Ahora bien, distintas fuentes coinciden en privado -y ahora los sindicatos lo acaban de decir en público- en que, en aras del éxito de las futuras conversaciones, el contenido de la reforma debería dejar al margen las cuestiones sobre los costes laborales y, sobre todo, el coste del despido y centrarse en los aspectos de la negociación colectiva que pueden cambiar para mejorar la flexibilidad interna de las empresas.

De hecho, en algunos de los principales despachos de laboralistas madrileños que asesoran a las grandes y medianas empresas empieza a escucharse el verdadero interés de los empresarios es conseguir una reforma del artículo 41 del Estatuto de los Trabajadores, que es el que regula la modificación sustancial de las condiciones de trabajo (jornada, salario etc.).

Que unos y otros negocien cómo articular mejor medidas de flexibilidad interna en las empresas podría evitar que en sucesivas crisis la primera solución que le venga a la cabeza al empresario ante una adversidad sea despedir.

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