La estulticia de Klaus
El presidente checo, Vaclav Klaus, se ha quedado hoy sin excusas para seguir adelante con su espuria cruzada contra el Tratado de Lisboa. Se acaba una populista campaña basada en los contraproducentes argumentos políticos, históricos y jurídicos de su singular protagonista.
El único resultado tangible de la estulticia de Klaus es que los ciudadanos checos (como polacos y británicos, gracias a los Kaczinsky y a los Blair-Brown) no podrán invocar la Carta de Derechos Fundamentales de la UE cuando quieran defenderse de alguna irregularidad cometida por las instituciones europeas o por el Estado checo en aplicación del derecho comunitario. Así que los líderes euroescépticos han logrado dejar más vulnerables a sus votantes ante los supuestos abusos de Bruselas. Todo un logro.
Además, el afán de protagonismo de un sujeto que ni siquiera respeta la voluntad del Parlamento que le eligió, ha reabierto sin necesidad heridas históricas con sus vecinos y, en particular, con Alemania, al esgrimir los llamados Decretos Benes para frenar Lisboa
Aquellos decretos, que expulsaron de su patria a miles de ciudadanos CHECOS germanoparlantes tras la segunda Guerra Mundial, fueron una brutalidad por la que otro presidente checo, Vaclav Havel, pidió perdón hace unos años. Klaus ha empañado inútilmente aquellas disculpas. Si algún heredero de las personas expropiadas y expulsadas decide reclamar, no lo hará en Bruselas sino ante el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, que no tiene nada que ver con la UE. Otra hazaña, pues.
Por último, Klaus ha conseguido convertir a la república Checa en un socio incómodo al que los demás países, probablemente, tratarán con suma desconfianza durante mucho tiempo. La experiencia muestra, como ha probado Reino Unido repetidas veces, que la UE perdona pero no olvida. Y no hace falta ser un genio para adivinar que Praga necesitará la ayuda de Bruselas mucho antes que al revés.
Foto: Klaus en su castillo de Praga (foto tomada de la página web del presidente checo).