¿Es tiempo de ponerse corto?
Nuño Rodrigo - 28/10/2009
La contumaz resistencia del Ibex a cerrar por encima de los 11.900 puntos, y las dificultades del Dow para amarrar el 10.000 abonan la tesis de que hasta aquí hemos llegado. Hay más indicadores. En las últimas jornadas se han frustrado varias sesiones alcistas en Wall Street, y las reacciones de dicha Bolsa a presentaciones de resultados teóricamente positivas son cada día más frías. Desde el punto de vista técnico, más allá de las resistencias citadas, algunos expertos entrevén que se ha roto a la baja el triángulo de continuación alcista -o cuña- que arrancó en septiembre.
Sin hilar tan fino, también es verosímil que, sencillamente, seis meses son demasiados, por más brotes verdes que se intuyan en la economía real y por más que el bombardeo monetario haya devuelto a la banca a los felices (para ellos) días de antes de la crisis subprime.
Motivos para la corrección hay de sobra, y de hecho muchos analistas llevan esperando el recorte desde verano, o incluso antes. Las cifras económicas han dado la razón -a medias- a los optimistas. Hasta el punto de que se han convertido en mayoría dentro del mercado; el apetito por el riesgo ha repuntado a niveles de antes de 2008 lo que, según la vieja tesis del sentimiento contrario, es una invitación a vender.
Hasta ahí, todo bien. Pero a veces las cosas no son como parecen. La subida de la Bolsa desde mínimos ha sido rápida, a trompicones, y la inmensa mayoría de la comunidad inversora no se ha atrevido a entrar hasta hace bien poco. No han sido pocos los inversores que han apuntado a los sistemas de negociación computerizados como responsables y casi únicos beneficiarios de la mayoría del repunte. Pero como los índices han tirado, los gestores de fondos se han visto obligados a entrar en el mercado, dándose así la paradoja de que la posible artificiosidad inicial del rebote lo ha terminado por hacer más duradero.
En este contexto, calibrar cuándo llegará la corrección es un brindis al sol. Hoy sobran los motivos para vender, pero sobre el tablero hay bazas imponderables que no conviene desdeñar. Los institucionales han dejado de alimentar el rally desde hace tiempo, pero todavía no están bajistas. En el mercado apenas quedan inversores particulares, y la banca de inversión está cabalgando sobre la ola, con la garantía de que el Estado no la dejará quebrar y con el dinero fácil de la Fed.
Dijo Keynes que los mercados pueden ser irracionales durante más tiempo del que uno puede ser solvente; si luchar contra la tendencia suele ser una mala idea, hoy por hoy es suicida. En el momento que pulsen la tecla de vender habrá papel para todos, pero mientras no lo hagan, nadie se mueve de su trinchera. Y con razón.