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Secretos de despacho

Estilo de vida en Harley Davidson

Josep Grañó dirige la marca de motos en España en un espacio compartido.

Josep Grañó (Bellpuig, Lérida, 1972) luce una camisa de Harley-Davidson con la palabra staff, una prenda sólo disponible para los trabajadores de la firma. El director general de la compañía en España y Portugal explica que llevarla obliga a cumplir ciertas normas como la de no beber alcohol. También es filosofía de la empresa no tener despachos. "Tampoco tenemos secretarias, el espacio abierto intenta reflejar que somos un equipo en el que los directores intentamos no estar por encima de nadie". Así que el espacio de trabajo de Grañó es una mesa en una esquina de la sede central en España, ubicada en Sant Cugat (una población a 20 kilómetros al noreste de Barcelona). Su único privilegio sobre el resto del equipo es estar al lado de un enorme ventanal que hace las veces de pared y permite que casi toda la oficina pueda beneficiarse de luz natural.

La pasión por las motos de Grañó viene de familia, su padre trabajó de mecánico desde los 14 años, y cuando él tenía esa misma edad, su madre accedió a la compra de la moto, pidiéndole a cambio responsabilidad al volante. Estudió Económicas y Administración de Empresas en Esade y después de cursar un MBA se incorporó a la auditora Arthur Andersen: "Fue otro segundo máster que me permitió conocer diferentes sectores". Uno de los clientes de la auditoría era en esa época Derbi, de la familia Rabasa, que le ofreció la posibilidad de ser analista financiero. Después pasó por Telépolis, en la época del boom de internet, hasta que en abril de 2004 se incorporó a Harley-Davidson. Entonces la compañía sólo tenía en España una importadora. "Empezamos a trabajar un equipo de siete y ahora somos 14, y desde enero somos responsables también de Portugal".

La marca nació en Milwaukee (EE UU) en 1903, cuando William Harley, de 21 años, y Arthur Davidson, de 20, crearon su primer prototipo de motocicleta. Catorce años después fueron elegidos para fabricar 17.000 unidades para las fuerzas aliadas de EE UU durante la I Guerra Mundial.

Con el tiempo se ha convertido en una de esas marcas que, para sus adeptos, es casi una religión e incluso una manera de vivir el ocio. "Tenemos la tasa más alta de fidelidad dentro del mundo del automóvil y de la motocicleta, un 40% de nuestros compradores ya han tenido una moto de nuestra marca antes". El problema, ahora, es que los compradores escasean. Grañó explica que las ventas en el mercado de las motos de más de 651 centímetros cúbicos ha caído un 56%, mientras que en el caso de Harley la disminución en las ventas ha sido de un 45%. "Lo bueno es que hemos ganado cuota de mercado y la mantendremos cuando acabe la crisis", explica, "y que en septiembre hemos vendido más que en septiembre del año pasado". Este directivo es optimista en cuanto a la salida de la crisis porque afirma que tiene un componente psicológico, "o de imagen". Se refiere a que muchos de sus clientes son empresarios, autónomos o profesionales liberales que han aplazado la compra no porque no les vaya bien el negocio, sino porque no quieren ostentar, "habrá que esperar a que esto pase".

Para él, la marca estadounidense no tiene competencia en el sector. Según cuenta, su competencia hay que buscarla en el sector más amplio del ocio. "Las alternativas a comprarse una moto de las nuestras y frecuentar nuestras concentraciones es hacer un viaje especial o un crucero de lujo, quizá".

Grañó tiene pocos detalles personales en su despacho. Cinco fotos, una de su mujer, otra con el alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, y poco más. "La verdad es que estoy poco aquí", cuenta, "a las visitas las recibo en la sala de reuniones". Allí es donde también se encuentra más cómodo a la hora de realizar las frecuentes videollamadas con las que se comunica con la sede europea de la firma. Cada semana pasa tres días de viaje, "visitando la red española y portuguesa de tiendas" y, con menos frecuencia, por Europa. Los días de la semana que no viaja suele llegar a la oficina entre las ocho y media y nueve de la mañana y permanece en ella hasta las ocho u ocho y media de la tarde. Reconoce que es un ritmo de trabajo alto que dice poder mantener gracias al apoyo de su mujer.

El mito del sonido y la patente

La compañía prevé cerrar 2009 con la venta de unas 2.100 motos de esta marca y 100 de Buell, la otra insignia de la compañía, en las 34 tiendas que tiene en España y Portugal. "El rango de precios va desde 8.000 euros a los 42.000, pero en realidad la compra es sólo el principio, luego llega la personalización. Siempre decimos que hay una Harley entre un millón y un millón de Harleys en cada Harley", explica Grañó. "La mayoría de clientes podrían montar otra moto con tantos recambios como llegan a tener". El catálogo incluye 8.000 referenciasDesmiente la leyenda que asegura que el sonido de la Harley está patentado, "más que nada porque no se puede patentar un sonido, pero sí que es cierto que en la fábrica de Milwaukee hay una sala donde se prueba el sonido y no sale de allí hasta que suena exactamente como tiene que sonar". Grañó no tuvo Harley hasta que entró a formar parte de la compañía.

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