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Tribuna
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El absentismo laboral y la crisis

En las últimas semanas están apareciendo en la prensa diversas noticias sobre algunos estudios que estiman que el índice de absentismo laboral podría llegar a alcanzar niveles del 50% a causa de la gripe A, lo que supondrá, de llegar a producirse, un incremento muy notable de costes a las empresas, si bien es cierto que dada la evolución de la pandemia el tiempo medio estimado de baja estará en torno a una semana.

Mi primer pensamiento ha sido "lo que nos faltaba" pero, dado que no puedo valorar el rigor del dato de bajas y coste que producirá esta nueva pandemia, sí me he planteado una reflexión que pretende ser serena acerca de cómo está afectando la crisis actual a uno de los elementos más perjudiciales para nuestra competitividad y por tanto a la actividad económica, y especialmente al sector industrial, como es el absentismo.

El diccionario de la lengua española define absentismo como "abstención deliberada de acudir al trabajo" o "costumbre de abandonar el desempeño de funciones y deberes anejos a un cargo". Y de forma más coloquial se podría definir como el colesterol de la empresa, por aquello de sus efectos perjudiciales para la salud de las empresas cuanto más alto es.

El sector industrial tiene una percepción directa y frontal de sus efectos, máxime teniendo en cuenta que es un sector de los más expuestos a la competencia internacional, por el efecto de la globalización, y de ello puede dar buena muestra la magnitud de las cifras que sitúan el porcentaje de absentismo, según el informe del Instituto Saratoga de la European Human Capital Effectiveness, en el 4,5% con carácter general, y en el 7% según el informe de PricewaterhouseCoopers, elaborado para Anfac (Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles y Camiones) y que se podría hacer extensivo al resto del sector industrial.

Este porcentaje de absentismo, que puede llegar a suponer el 1,2% de nuestro PIB, es inasumible por la comunidad empresarial y la sociedad en general y más en un momento en que la prioridad número uno deber ser mejorar nuestro nivel de competitividad, que recientemente y según el informe relativo a 2009-2010 del Foro Económico Mundial (FEM) ha retrocedido cuatro puestos, pasando a ser el país número 33, siendo cierto que en los últimos meses, como consecuencia de la crisis, se ha invertido la tendencia creciente de los últimos años y ha bajado hasta un punto en algunos sectores productivos.

Más allá de las cifras y datos estadísticos, el absentismo es un asunto de gran complejidad, con múltiples aristas, y desde luego no tiene una solución fácil ni probablemente única, pero se debe acometer sin más dilación, porque en ello el sector industrial se juega una parte importante de su futuro como actividad económica.

En opinión de las empresas, el principal problema es la falta de control sobre las bajas médicas de corta duración (entre 1 y 14 días) que suponen en torno al 75% del total de horas perdidas, y es por ello que un mayor y mejor control en la concesión de estas bajas, así como el permitir dar las altas a las mutuas de trabajo, o reducir el plazo de tres días establecido para la expedición o renovación de los partes de confirmación de la baja, contribuirían a invertir esta tendencia.

Desde la Administración se deben impulsar los cambios normativos necesarios para afrontar esta cuestión sin demora y con el objetivo principal de reducir el absentismo de corta y larga duración y los agentes sociales deberían hacer causa común con la Administración para la consecución del objetivo de reducción del absentismo, ya que como se ha citado anteriormente supone el 1,2% del PIB, esto es, unos 12.000 millones de euros.

Pero es sin duda en la negociación colectiva, a través de los convenios, donde se debe consensuar y articular medidas para que la política contra el absentismo sea eficaz, y los sindicatos y la patronal no pueden renunciar a establecer medidas nuevas que contribuyan a reducir el alto porcentaje de absentismo e igualmente corregir y modificar aquellas que hayan contribuido al incremento de este fenómeno en los últimos años. Me estoy refiriendo, en concreto, a los complementos que en muchos convenios se han establecido para complementar periodos de inactividad. Siendo consciente de que el asunto es muy complejo, se deben consensuar medidas que, sin que supongan ninguna reducción de los derechos de los trabajadores, contribuyan a una reducción significativa de los niveles actuales de absentismo, ya que en caso contrario se seguirá perdiendo empleo como consecuencia de la falta de capacidad para competir, especialmente los sectores más abiertos al exterior, como es el caso del sector industrial.

Los sindicatos deben cesar en esa especie de ocultismo con que a veces actúan en este ámbito, ya que a veces podría confundirse con complicidad con el trabajador absentista en detrimento del resto de los trabajadores, y los empresarios deben lanzar una apuesta decidida por la conciliación, incentivación y formación de los trabajadores que, junto a otras iniciativas, coadyuven a reducir el absentismo.

Finalmente, y retomando el símil médico, cabe decir que la reducción del absentismo para el sector industrial debe ser tratada y combatida en común por la Administración, sindicatos y empresarios, para que la hipercolesterolemia no contribuya, finalmente, a producir un infarto.

Las pérdidas derivadas del absentismo pueden llegar a suponer el 1,2% del PIB, una cifra inasumible por nadie

José Miguel Guerrero. Presidente de la Comisión de Industria de CEOE

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