Las verdades incómodas del gobernador
Miguel Angel Fernández Ordóñez hizo ayer en el Congreso con su discurso sobre los Presupuestos del Estado un acto de calculada ambigüedad. Los diputados socialistas, recelosos con las últimas intervenciones de gobernador del Banco de España, temían una crítica abierta a la gestión del Gobierno, del que formó parte hace ya cinco años, de la mano del ex vicepresidente Pedro Solbes. Ordóñez avaló ayer la subida de impuestos prevista por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, pero salpicó su discurso macroeconómico de dardos o "verdades incómodas", como reconocieron ayer fuentes de la administración.
La primera de ellas es su insistencia en una reforma laboral, no ya sólo para mejorar la estructura productiva del país, sino vital si no se quiere que el gasto en prestaciones por desempleo lleve a las cuentas públicas a la bancarrota. "El Estado gasta ahora un 50% más de lo que ingresa; esto no lo soporta ninguna economía del mundo y ningún hogar que se precie", sentenció el gobernador como prueba de la "patata caliente" con que cuenta el Ejecutivo.
Otro dardo lanzado por Mafo, como se le conoce en la profesión, se deslizó sobre la idea del Ejecutivo de "vender" a la sociedad el recorte del gasto en algunos ministerios como solución para mejorar las finanzas públicas. "Aún eliminando los departamentos de Justicia y Asuntos Exteriores apenas tendríamos para recortar el gasto en 4.000 millones, apenas el 12% de la partida para desempleo", dijo.
Las críticas veladas del gobernador pasaron también por la política tributaria. Pese a respaldar la subida del IVA como mal menor para recaudar más, Ordóñez sugirió al Gobierno que no toque el tipo único al que están sometidos ahora las rentas del capital y del ahorro (18%), no vaya a ser que el incremento recaudatorio que se consiga vaya a ser menor que el coste adicional en que incurra la Agencia Tributaria para gestionar e inspeccionar el nuevo gravamen progresivo.
Las críticas se extendieron también al debate abierto sobre la salida de la crisis. "Lo más relevante no es la fecha precisa en que la actividad comenzará a mostrar tasas positivas sino la envergadura de los retos a medio plazo y la adopción de medidas ambiciosas", dijo. Toda una prueba de que el tiempo en política, sobre todo cuando se está en el Gobierno, apremia, y queda muy lejos de la reflexión pausada a que somete la economía un organismo supervisor.