Alternativa del diablo
Con la recaudación tributaria cayendo a plomo, sólo hay tres formas, todas ellas problemáticas, de cuadrar las cuentas públicas: subir los impuestos, aumentar la deuda o recortar el gasto. La primera es inoportuna porque desincentiva el consumo; aumentar el déficit resta recursos financieros al sector privado y presiona al alza el coste del dinero y el recorte de gastos es difícil porque muchos están sujetos a crecimientos estructurales y/o son responsabilidad de las comunidades autónomas.
La combinación a la que ha sido preciso apelar para acomodar las cuentas públicas de 2010 a una caída de ingresos que ya este año rondará los 45.000 millones, incorpora una elevación de impuestos del 1% del PIB, un déficit del Estado de 63.622 millones y un recorte del gasto público del 3,9%. No es un ejercicio de racionalidad sino una fórmula dictada por la adversidad que en nada favorece la salida de la crisis y el cambio de modelo productivo.
El crecimiento de la presión fiscal no ayudará a recuperar el consumo privado, que aporta el 60% del PIB, y la expansión del déficit, en un contexto de exceso de capacidad instalada y falta de confianza, frenará la inversión y hará difícil reducir una tasa de paro que tiende de forma dramática al 20%. Para que se cree empleo en cantidades significativas se requieren crecimientos del PIB del orden del 2,3% y éste apenas avanzará unas décimas en el segundo semestre de 2010.
Cuando despegue la eurozona y el BCE tenga que elevar los tipos de interés, la economía española, con un endeudamiento de las familias todavía alto y una deuda acumulada del orden del 60% del PIB, tendrá dificultades para retornar a la senda del crecimiento.
La fórmula elegida para cuadrar las cuentas no es la que reclama la economía española en estos momentos. La falta de decisión para reestructurar el gasto arroja resultados extravagantes: en tanto que el de personal, que representa el 11,7% del Presupuesto, aumenta un 2,7%, se recorta la inversión en infraestructuras e I+D, dos claves para la salida crisis y el cambio de modelo económico.
Hipotecados por el coste de las decisiones -muchas, descoordinadas y caras- tomadas en meses anteriores y por la propia profundidad de la recesión, el Presupuesto agota el margen de maniobra de la política fiscal y añade a las crisis financiera e inmobiliaria el colapso de las cuentas públicas.
Queda la vía de las reformas estructurales, pero éstas -el verdadero cambio de modelo- tendrán que ir mucho más allá de la del mercado laboral y exigen apoyos en las Cámaras más sólidos que los que aporta la precaria mayoría con la que probablemente se aprobarán estos Presupuestos.
Roberto Escudero. Consejero del Consejo General de Economistas y decano del Colegio de Economistas de León