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Columna
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Castigo a la economía productiva

Llevábamos meses deshojando la margarita y ya conocemos el resultado. Subida significativa de impuestos que pagarán, básicamente, las clases medias, a las que afectan de forma sensible la supresión de los famosos 400 euros y la subida del IVA. U séase, lo contrario de lo prometido por el señor presidente.

Pero no se levanten aún del sillón, todavía quedan sorpresas por delante. Cosas veredes, Sancho. Y cosas veremos, sin duda alguna. La astucia parlamentaria del Gobierno le hace saber que no podía soltar toda su artillería de sopetón, en el primer proyecto de presupuestos. Le queda por delante el largo y complejo proceso parlamentario, donde tendrá que ceder a las reivindicaciones de sus posibles socios.

Ya sabemos lo que le pedirán los de izquierdas. Subidas efectivas para los más ricos. Ahí podrían caer las modificaciones en la fiscalidad de las Sicav u otras por el estilo. Lo del PNV todavía es un misterio, aunque algunas voces apuntan a su especial interés en garantizar definitivamente el especial estatus de sus fueros financieros. Así está el patio.

Cuando la masa de los presupuestos para el próximo año salga horneada del Congreso, el volumen de los impuestos habrá subido frente a lo que hoy conocemos. Al tiempo. Y todavía nos quedan las ecotasas que nos regalará la Ley de Economía Sostenible, tan cantada como desconocida.

Son unos presupuestos coherentes con la incoherencia económica del Gobierno, empeñado en esa carrera de improvisaciones que tan cara nos está costando. No servirán ni para crear empleo ni para equilibrar nuestras cuentas públicas. Ni nos hace más competitivos, ni mejora nuestras capacidades productivas.

Los responsables económicos ni siquiera se han molestado en explicar los porqués de sus decisiones. Suben los impuestos, pero no reducen ni el déficit ni el endeudamiento. Nos aprietan el cinturón, mientras que se ponen más anchos y cómodos con el suyo. No se entiende que el Gobierno no se haya aplicado política alguna de recorte. Su gasto total sube en 3.000 millones de euros. A falta de conocer el desglose de las partidas presupuestarias, podemos temer que el sistema de desempleo haya abandonado el superávit para demandar ingentes recursos de los presupuestos generales.

Es necesario -y en eso estamos de acuerdo- ayudar a los que perdieron el empleo. Pero aún es más preciso sentar las bases de una economía productiva que genere empleo y riqueza. Y en esta asignatura fundamental, el Gobierno suspende escandalosamente.

Alguien le ha dicho a Zapatero que la economía comenzará a mejorar a mediados de 2010, a remolque de las alzas europeas y norteamericanas. Y se lo ha creído y actúa en consecuencia. No hará otra cosa sino esperar ese regalo exterior. Si esos pronósticos se cumplieran, en 2012, año electoral, la crisis sería cosa del pasado y podría presentarse ante las urnas con el aval de la crisis superada. De ahí su inapetencia de reforma alguna.

Dejemos las cosas como están, que el tiempo nos la arreglará, parece el mantra que lo sostiene y guía. Olvida que los demás sí están haciendo los deberes. La potencia productiva de países terceros se hace más competitiva gracias a sus mejoras en la productividad y en el valor añadido. Nuestra política económica parece haber olvidado al sector productivo. No le interesa.

Nuestro problema es de oferta, no sólo de demanda. España S.A. no tiene otros productos que vender que desarrollos urbanísticos y turismo. El primero está hundido y el segundo en una crisis que puede agudizarse por la subida del IVA, que encarece aún más nuestro destino.

Apenas somos competitivos en ningún otro sector reseñable como locomotora, y ahí radica el núcleo de nuestro verdadero problema. ¿Qué sector tirará del empleo? ¿Dónde somos competitivos?

Y estas son las preguntas que el Gobierno de Rodríguez Zapatero parece no formularse en clave presupuestaria. Las cuentas públicas no pasan de ser un intento improvisado de ajustar las cuentas a corto, pero no se percibe en sus enunciados ningún proyecto económico transformador a largo plazo.

Y, por si fuera poco, no terminamos de creernos las cifras macro en las que se basa. Con toda probabilidad, los déficits y el desempleo serán aún mayores de los expuestos. Esperábamos poco de los presupuestos, pero aún han logrado sorprendernos. Serán aún más negativos de lo que nos temíamos. Que Dios nos pille confesados.

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