El populismo y la reforma fiscal
En todo el debate que se ha generado sobre la inminente reforma fiscal hay no poco populismo y cierta demagogia; ambos generados por esa costumbre política de lanzar globos sonda para ver la reacción de la opinión pública. El espíritu de la reforma parece claro: hace falta nutrir la caja del Estado y para ello hay que elevar los impuestos. Y el mayor esfuerzo, como parece lógico en un sistema progresivo, lo harán los que más tienen. El problema es que no se sabe todavía cómo se va articular esa subida.
Las Sicav se han situado en el ojo del huracán. Y el mensaje que parece que cala en la población es que los "ricos" apenas pagan un 1% de impuestos cuando el resto de los mortales tributa al 18% por las rentas del capital.
A estas alturas parece innecesario insistir en que los grandes patrimonios pagan el 18% como el resto de los mortales cuando venden sus participaciones de las Sicav o cuando reciben dividendos de la misma. Lo que tributa al 1% es el beneficio de la sociedad en el Impuesto de Sociedades. La ventaja actual de estas sociedades es que pueden realizar operaciones de compra venta de activos sin tributar por ello en ese momento, lo que permite capitalizar el ahorro de manera más eficiente.
Otra cosa es que el vehículo se utilice de manera torticera; porque si las Sicav tienen una fiscalidad ventajosa es por su condición de instituciones de inversión colectiva, como los fondos de inversión; porque se supone que reúnen los intereses inversores de un grupo de personas no inferior a 100. La normativa es la que es, y si lo que se quiere es meter mano a las Sicav, la solución no pasa tanto por subir su tipo impositivo, como por controlar que no sean el vehículo de inversión de un gran patrimonio arropado por 99 hombres de paja.
Y eso es más una cuestión de voluntad que de otra cosa, porque las herramientas para la inspección están en manos del supervisor.