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César Alierta

Alma de conquistador

Tras consolidar a la compañía como la tercera operadora mundial, el presidente de Telefónica se lanza a por China. Crecer o morir

Alma de conquistador
Alma de conquistadorCinco Días

De Alejandro Magno a Napoleón, todos los grandes conquistadores de la historia se parecen al menos en dos cosas: dejaron un importante rastro de sangre por donde pasaron y fueron idealistas. Este último aspecto es fundamental, ya que los reyes y generales que tienen sueños por los que luchar se implican en cuerpo y alma en su empresa. Afortunadamente, en el mundo de los negocios no suele derramarse sangre, pero tener una suerte de estrella polar que trascienda los objetivos inmediatos de la compañía es siempre bueno. El presidente de Telefónica, César Alierta (Zaragoza, 1945), tiene las cosas claras: los mercados naturales no son suficientes; siempre hay que ir más allá, no vale instalarse en la comodidad. æpermil;se ha sido el espíritu de Alierta desde que llegara a la compañía en 2000: limpiar, consolidar y expandir el legado de Juan Villalonga; acabar de convertir la operadora española en referente mundial -es la tercera en capitalización bursátil-.

La última demostración de su empeño la hemos visto esta semana en forma de un acuerdo con China Unicom, un auténtico gigante asiático que con sus 284 millones de clientes eleva la cuenta de usuarios de ambas compañías hasta los 550 millones, casi un 10% de la población mundial. El acuerdo contempla un intercambio accionarial de unos 700 millones de euros, lo que eleva la participación de la operadora española hasta el 8,06%.

Pero ninguna conquista consiguió mantenerse en el tiempo sin alianzas. Por eso el verdadero logro de la operación reside en que la empresa china tomará a su vez casi un 0,9% de Telefónica, lo que convierte a las compañías en socias. Se trata, también, de la primera vez que una empresa de telecomunicaciones china entra en el capital de una extranjera. Algo que escandalizaría a los ingleses que participaron en las guerras del opio.

Y, como todo buen estratega, la apuesta de Alierta por entrar en China encierra beneficios quizá no tan evidentes como el acceso a uno de los mercados de la telefonía móvil con más proyección: los derivados de favorecer la inversión del país asiático en Latinoamérica, región en la que Pekín está muy interesada y en la que Telefónica está fuertemente implantada.

Los grandes nombres de la historia siempre han tenido que tomar decisiones arriesgadas. Hitler se lanzó contra la URSS y el Reino Unido a la vez, precipitando así su derrota. Alejandro Magno se enfrentó a los persas y, contra todo pronóstico, les derrotó, lo que le abrió las puertas de Asia. Alierta compró la británica O2 por unos 26.000 millones de euros, duplicando la deuda de la compañía y jugándosela si la asimilación no funcionaba. Pero funcionó.

El interés por el mundo le viene al maño de sus progenitores. Aunque zaragozanos orgullosos -su padre, Cesáreo, fue alcalde de la ciudad y presidente del Real Zaragoza-, decidieron enviar a su hijo a estudiar un posgrado a EE UU, una práctica poco común en la época. En 1970, ya de vuelta en España, comenzó a trabajar como analista financiero en el Banco Urquijo, entidad en la que desempeñaría varios cargos de responsabilidad. En 1985 lo dejó y fundó la sociedad de valores y bolsa Beta Capital, de la que fue presidente y consejero delegado -de ahí su obsesión por la cotización de Telefónica, que le puede alegrar o amargar el día-. En 1996, con la llegada del PP al poder, fue nombrado presidente de Tabacalera, donde completó su privatización y llevó a cabo la fusión con la francesa Seita que daría lugar a Altadis. De esa etapa hereda un conflicto jurídico por un supuesto uso de información privilegiada.

Uno de los aspectos que siguen llamando la atención de Alierta es su sencillez. Sus amigos son los del colegio y prefiere la vida familiar a las cenas de pompa. Los empleados de la sede de la multinacional no dejan de sorprenderse al verle comer en el restaurante corporativo, que con capacidad para 12.000 comensales es el mayor de Europa. El proverbial gusto del maño por saltarse el protocolo -que nadie le llame "presidente"- le llevó incluso a dar esquinazo a los escoltas y meterse en el Metro para ver cuánto se tarda desde las nuevas oficinas centrales al centro de Madrid.

Los que le conocen le definen como una persona muy curiosa y cercana, aunque tímida y con cierto miedo escénico -lo pasa realmente mal en las presentaciones ante grandes audiencias e intenta evitarlas en la medida de lo posible-. Sin embargo, no le tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones y su estilo de gestión es atrevido y agresivo. ¿Cómo, si no, consiguen los conquistadores consolidar y expandir imperios?

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