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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La misma música, sin novedades en la letra

El mensaje que el presidente del Gobierno trasladó ayer a los ciudadanos desde el Congreso de los Diputados es tan conocido como obvio: subirá "moderadamente" los impuestos y recortará el gasto para contener la espiral de déficit presupuestario. En el primer apartado, la reforma impositiva subirá la presión fiscal un 1,5% del PIB (un porcentaje al que el líder de la oposición, en un rápido regate, puso nombre y apellidos: 15.000 millones de euros). El gasto se recortará un 6%, previsiblemente con cargo al gasto corriente, salario de los funcionarios y cerrando la oferta de empleo público. Y hasta ahí llegó José Luis Rodríguez Zapatero.

Habrá que esperar a la presentación de los Presupuestos Generales del Estado, a fin de mes, para conocer el detalle, es decir, lo importante. No son muchos días, pero le dan al Gobierno un plazo precioso para negociar apoyos. El presidente, sin embargo, se equivocará de plano si rediseña el modelo fiscal y dibuja sus planes de gasto en función de las componendas políticas y no de su eficacia y equidad.

La situación de la economía hace urgentes las medidas. Por eso, mantener la incertidumbre sigue siendo una mala política. Pero también es bueno, y muy de agradecer, que Zapatero no haya caído en la tentación de sacar algún conejo de la chistera para la galería. Si eso significa que las decisiones que se van a tomar estarán más meditadas que otras recientemente adoptadas, y que serán ponderadas, bienvenido sea el cambio. Tampoco sobrarán ideas nuevas, como la atinada propuesta que lanzó ayer mismo Braulio Medel -quien además de presidir Unicaja es catedrático de Hacienda Pública- en el sentido de reflexionar si algunos servicios deben seguir siendo totalmente gratis. El copago puede ser una solución acertada no sólo para aumentar los ingresos con que combatir el déficit, sino para reducir el gasto por su efecto desincentivador del uso gratuito del sector público.

Zapatero reiteró la oferta al PP de pactos en educación y energía, dos pilares básicos para el futuro. Si existe voluntad para ello, nada impide que puedan salir adelante. Pero el líder de la oposición contraatacó con otro pacto, para reducir el gasto público, que condicionó a no subir impuestos. El presidente del Ejecutivo recogió el guante a la vez que pedía a Mariano Rajoy cuentas sobre el gasto de Administraciones gobernadas por el PP. En una situación de crisis profunda como esta, los pactos de Estado en materias básicas son una obligación de los estadistas responsables. Pero la experiencia hace ver este cruce de pactos más como el duelo a garrotazos del aguafuerte de Goya que como un plan responsable de colaboración.

El líder del PSOE repitió ayer la música de sus últimas intervenciones, pero su letra no aportó nada nuevo. Es como si no hubieran transcurrido dos largos años de una profunda crisis que tardó en reconocer, y que está afrontando con un rumbo no excesivamente claro y definido. Hasta el punto que ayer cedió una parte importante de su argumentación al informe de Moody's. La agencia, oportunamente, dijo que mantendrá la máxima calificación a la deuda española. Zapatero deslizó en su análisis un aspecto singular. Aseguró que si no ha habido "problemas sociales serios" ha sido gracias a la protección social -por la que, acertadamente, sigue apostando- y a la responsabilidad de los agentes sociales, especialmente los sindicatos, y enfatizó que éstos han dado ejemplo.

A la vez parece que las tensiones del presidente del Ejecutivo con la patronal siguen vivas. Pero el Gobierno cometerá un grave error si no rectifica su política de enfrentamiento con los empresarios -un caso inédito en Europa, como recalcó ayer Durán i Lleida-. No obstante, el presidente sigue empeñado en "liderar" el diálogo social. ¿Cuándo se convencerá de que su misión es poner el campo y tenerlo en buen estado, no salir a jugar?

La extensa justificación de las medidas anticrisis adoptadas, muchas de ellas rectificadas, deja en el aire la peligrosa sensación de que se mira más al retrovisor que a la carretera. Cuando las economías de los principales socios de España empiezan a ver la luz, urgen acciones rápidas para recuperar la competitividad. Porque si se pierde este tren y la economía española no se reactiva de la mano de las otras grandes de la UE, se va a encontrar con medidas a nivel europeo que dificultarán aún más la recuperación.

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