Final del verano en Reino Unido
El Banco de Inglaterra ha cambiado el tiempo. La decisión del pasado jueves de imprimir otros 50.000 millones frenó el resurgimiento de la libra, que cayó un 3% frente al dólar en sólo dos sesiones. Y la tormenta podría empeorar.
La reacción del banco central no será alarmista. Una libra débil favorece a los productores británicos, a las exportaciones, al turismo y a la inflación. Uno de los éxitos del regulador es que la inflación actual del 1,8% está lejos de la deflación que sufren EE UU, la eurozona, Japón o China. El alza de los precios mantiene bajos los tipos reales, incluso en negativo.
Se pretende que el plan de imprimir 175.000 millones de libras tenga un efecto moderadamente inflacionario, y que estimule el crecimiento. Pero si no funciona, podría ser contraproducente. Las finanzas del Gobierno cuentan con tomar prestados 348.000 millones entre este ejercicio fiscal y el que viene. Más de lo que el mercado tolerará, sobre todo cuando se está imprimiendo tanto dinero.
El dólar ya sufrió a principios de año cuando la Reserva Federal se comprometió a comprar 300.000 millones de dólares de deuda de su Gobierno. Era sólo un 2% del PIB de EE UU, mucho menos que el ajuste cuantitativo británico: 13% del PIB, que se gastará en bonos del Gobierno.
Sería una sorpresa que la libra no siguiera cayendo, lo que ayudaría a la economía británica a recuperarse. Pero si la ansiedad sobre las finanzas del Reino Unido se convirtiera en pánico, debido por ejemplo a los altos déficits, la caída podría ser estrepitosa.
En primavera y verano, los mercados han estado boyantes. El otoño quizás no sea así. Si hicieran falta medidas fiscales de emergencia, el banco central quizás se viera obligado a un embarazoso cambio de rumbo.
Ian Campbell