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Columna
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Ausencia de remordimiento

La patronal CEOE no está por la labor del acuerdo con las centrales sindicales y el método del diálogo social tan querido del presidente José Luis Rodríguez Zapatero parece haber encallado aunque se mantuviera la cena del miércoles en el palacio de la Moncloa. Según informaba el pasado domingo el suplemento de Economía del diario El Mundo, el presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, reunido con lo más granado de la alta clase empresarial española, tuvo ocasión de pulsar el temor que suscita entre ellos la negativa al pacto pese a los 7.000 millones de euros que significaría la rebaja de las cotizaciones sociales. Piensan que puede desencadenarse una ola de empresariofobia.

Desde el otro lado del Atlántico, el presidente de Estados Unidos, en una entrevista emitida por la cadena pública PBS, lamentó que a estas alturas los bancos, que recibieron inyecciones masivas de dinero público, no hayan mostrado "remordimiento" alguno por los "riesgos excesivos" en que incurrieron, origen de la actual crisis económica. En esa línea escribía en el New York Times nuestro Paul Krugman al comentar los beneficios históricos anunciados para el pasado trimestre por Goldman Sachs. El premio Nobel reconocía que Goldman es muy buena en lo que hace pero añadía que desgraciadamente lo que hace no es bueno para Estados Unidos. Con el paro rondando el 10% y millones de compatriotas bajo el riesgo de perder sus casas, por incapacidad de hacer frente a sus préstamos hipotecarios, las ganancias exorbitantes de los bancos en lugar de suscitar celebraciones están generando rabia en Washington.

Señala Obama que al Gobierno sólo le quedó la salida de intervenir para evitar el desplome del sistema financiero y estabilizarlo. Como contrapartida y para que no se repita, el presidente propuso en junio una reforma del marco regulador que daría mayores poderes supervisores a la Reserva Federal frente a las grandes entidades bancarias. Pero en sus declaraciones, Obama subraya que después de todos los desastres sucedidos por parte alguna aflora "la sensación de que haya habido un cambio de cultura o de comportamiento" en ese mundo prepotente que propugnaba la desregulación, manos libres para maximizar sus negocios, pero que luego recurría al Gobierno bajo el grito de ¡Señor, sálvanos que perecemos! O sea, que la mano sapientísima del mercado a veces conduce a la catástrofe y que debe recuperarse el principio de "tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario".

Caminito de Jerez, el presidente Obama espera conseguir que los accionistas tengan capacidad de que su voz sea escuchada antes de que las grandes corporaciones concedan premios multimillonarios a sus ejecutivos. Aquí se han dispensado demasiadas indulgencias plenarias a demasiados abusadores. De vuelta al catecismo deberíamos recordar los elementos para una buena confesión, ahora que se ha perdido la frecuentación del sacramento de la Penitencia, que son, a saber: examen de conciencia, dolor de corazón, propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor (regulador) y cumplir la penitencia. Además de recordar que en el caso del hurto no se perdona el pecado sin restituir lo robado.

Recordemos las fortunas ingentes que se forjaron al hilo de la burbuja inmobiliaria, que esa burbuja tuvo sus valedores, y que al desinflarse ha arrastrado a los más precarios. Pero hablamos de la burbuja y de su extinción como de un fenómeno sísmico sin responsables que puedan identificarse.

En su libro Memoria viva de la transición, Leopoldo Calvo Sotelo comenta la nota de bienvenida que recibió de la CEOE el 18 de febrero de 1981 cuando se dirigía al Congreso de los Diputados para pronunciar el discurso de investidura y subraya "el desdén con el que la voz oficial de los empresarios despacha la transición a la democracia, tan unánimemente elogiada en otros ámbitos, la arrogancia pedagógica y superior con la que ofrece presuntas soluciones, la ausencia de autocrítica y el tono harto y suficiente, como si los problemas nacionales fueran ajenos a la actividad propia del empresario". ¿Será que persisten estas actitudes?

Miguel Ángel Aguilar. Periodista

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