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A fondo

CIT, a las puertas de Washington

La sede de CIT se sitúa en un moderno edificio de la Quinta Avenida de Manhattan. Es tan singular que se espera que su inquilino tenga un alto perfil popular. Y desde luego, no es el caso de CIT. Pero el hecho de que no sea una entidad muy conocida es engañoso ya que no se trata de un pequeño banco de los muchos que hay en EE UU.

CIT es un prestamista de más de 100 años clave entre las pymes. Más de un millón de ellas han conseguido préstamos con esta entidad tras ser rechazadas por grupos como Wells Fargo o Citi. Su labor es clave para la salud de este tipo de empresas y, por extensión, para el conjunto de la economía. Ahora que el crédito es difícil y la banca ha endurecido sus condiciones, CIT es más importante que nunca.

El problema es que CIT está entre la espada y la pared y en Washington no hay consenso sobre si hay que rescatarla y cómo.

La entidad, que a finales de 2008 se convirtió en banco para acceder al dinero público de capitalización bancaria (TARP) por medio de una filial en Utah, sufre de varios males. El primero es que al no ser realmente un banco comercial carece de depósitos y la mayor parte de su financiación la obtiene del mercado de deuda a corto plazo. Este mercado de deuda aún está muy lejos de recuperar los niveles previos a la congelación que vivió el otoño pasado y de la que sale muy poco a poco.

El otro problema es que, como todas las entidades financieras, CIT también se vio seducida por el atractivo de la deuda subprime y el crédito a los estudiantes, por lo que amplió su política tradicional crediticia en 2004 para operar en estos prometedores mercados.

Pero la promesa duró poco. La morosidad y las bancarrotas de algunos de sus principales clientes durante la recesión han perjudicado a este especialista en préstamos que además vio cómo las agencias de crédito empezaron en 2008 a rebajarle el rating, algo demoledor para quien depende de préstamos. CIT debe devolver deuda que empieza a vencer en septiembre y, dadas las circunstancias, ha contratado a una firma especializada en quiebras.

Su situación es muy similar a la que aquejó y finalmente acabó con Lehman Brothers y Bear Stearns en cuestión de días y a punto estuvo de llevarse a buena parte de las entidades financieras por delante en 2008: falta de liquidez que a la larga se convierte en un problema de solvencia.

CIT no es ni Lehman ni Bear Stearns. Las autoridades y el Tesoro creen que no hay riesgo sistémico financiero y que CIT, en ese sentido, no es "demasiado grande como para no dejarla caer". Pero ese punto de vista puede ser insuficiente para juzgar si las autoridades deben intervenir o no.

La firma está a las puertas de Washington negociando una ayuda que evite su caída y que, con ello, se acabe la financiación de un sector que genera el 70% de los empleos del país. CIT ha afirmado ante los reguladores que desde un punto de vista económico su papel es fundamental, máxime ahora que la Administración está abriendo todas las espitas que puede para que el crédito fluya entre los pequeños y medianos empresarios. La desaparición de CIT dejaría a muchos de ellos en la estacada.

Ayer, la Asociación Nacional de Tiendas al por menor pidió en una carta al Gobierno que asista a este prestamista para evitar "fuertes consecuencias en la industria del comercio y la economía de la nación". "CIT es demasiado importante para el comercio como para que se le permita caer, y el comercio es demasiado importante para la economía como para que se la ponga bajo una presión adicional", explicaba esta patronal.

El FDIC (Fondo de Garantía de Depósitos), la Fed y el Tesoro estudian qué hacer. El FDIC no quiere darle su aval para emitir deuda como ha hecho con otras entidades por que cree que CIT es muy débil. La solución pasa por la autorización de la Fed para que transfiera parte de sus activos al banco de Utah. Luego, la autoridad monetaria aceptaría esos activos como aval para que el grupo se financie a través de su ventanilla de descuento como la banca comercial.

Es un plan que, de momento, no ha sido aprobado y en la moderna sede de Manhattan esperan aún respuesta de Washington.

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