Acabar de una vez con la crisis
José Medina propone, más que medidas económicas, una serie de consejos para afrontar la crisis de la mejor manera posible. Hay que pensar que el final está cerca y que la actitud es lo que importa.
Nuestro querido Cervantes decía que, cuando la crisis que atraviesas se prolonga, no te entristezcas, sino, muy al contrario, alégrate, pues signo es de que su final se acerca, ya que dichas y desventuras, como pleamares y bajamares, se suceden en el mar de la vida. Así le hablaba yo a un amigo, profesor de Economía, que, con talante pesimista, me daba argumentos y razones por las que la crisis iba a alargarse más de lo que pensábamos. La verdad es que, además de sus conocimientos y experiencia, el tono y música con que se expresaba me sonaban tristes, fúnebres, como cantos de ultratumba. Sin embargo, él me planteaba todo como real, objetivo, definitivo, como la última palabra. "Las cosas y los hechos son como son, y ahí están. Quien no quiera verlos no quiere ver la realidad, ¿o no es así?", remató en plan solemne, como pidiéndome la razón.
En plan filosófico, le contesté que efectivamente, las cosas son sencillamente lo que son, como decía Epicteto (50- 138 a.d.) hace tiempo. Pero también añadía que cuando algo acontece, lo único que está en tu mano es la actitud que tomas al respecto. Lo que de verdad te espanta y desalienta no son los hechos externos por sí mismos, sino la forma en que piensas sobre ellos. No son las cosas las que nos trastornan, sino nuestra interpretación de su significado. "Total, yo creo que las cosas son como son y también como las pensamos. Además, tu música me suena muy tristona y pesimista", le respondí. No quedó muy satisfecho con la respuesta mi amigo, que, además de hacer acuse de recibo, siguió pidiéndome razones lógicas en que basar mi visión optimista, más allá de Cervantes y de Epicteto. Como hombre inteligente y culto, comentó: "A tus citas, añade la de Oscar Wilde: un pesimista es un optimista bien informado".
Invitado a exponer mis razones, le confirmé que, efectivamente, el 50% era puro optimismo. "Bien, ¿y el otro 50%?" "Ignorancia", le respondí. Tan sorprendido como satisfecho, dijo: "¡Claro, ahora entiendo todo!". "Espera, aún no he terminado. ¡Me falta el tercer 50%, como prueba de mi ignorancia! Primero, creo que una buena mezcla de optimismo e ignorancia puede hacer milagros. Es la convicción de que tú puedes realmente influir en las cosas y remontar los repechos". Como argumento práctico y artesanal, poco convencido de que lo tomara en serio, le añadí que, en mi larga experiencia de pasadas crisis en mi permanente búsqueda de negocio, Cataluña frente a Madrid, siempre acusaba antes tanto el inicio de la crisis como el tocar fondo y remonte de la misma. Eso es lo que he empezado a atisbar en los últimos dos meses. En proporción, he obtenido más resultados en tierras catalanas que en la Meseta.
Curiosamente, esto le sorprendió y agradó. Era en el fondo lo que estaba deseando a gritos. Hasta le pareció un buen argumento. Para dejar las cosas en su sitio, le añadí que todas estas impresiones eran dentro de un escenario donde estaba trabajando el doble para obtener lo mismo. Afortunadamente, esto le sirvió para hacer un poco más llevadero su pesimismo que ciertamente no logró contagiarme. Siguió, no obstante, perseverando en sus suspiros: "Claro, en estos tiempos, los candidatos se resistirán mucho más a cambiar. En tiempos revueltos, mejor quedarse quieto, ¿no?". "Bueno, depende. Hay de todo, y cada caso es único. Una excelente profesional que recientemente descartó un muy buen proyecto fuera de Madrid lo ha aceptado ahora, porque piensa que en breve cerrarán la planta que ahora dirige. Además, su marido estaba en el paro y se ocuparía de muchas tareas de casa, con sus tres críos, y ella volvería los fines de semana a Madrid. Tan simple como eso, además de ser el proyecto muy interesante. Las circunstancias cambian y es bueno adaptarse a ellas, asumiéndolas con convicción". A propósito de estos lances, algunas conclusiones en forma de tónicos del espíritu pueden servirnos para terminar de atravesar y superar, de una vez, esta crisis.
1. Sé como Jenofonte. Como hizo el general griego en el Anábasis o retirada de los diez mil, en las dificultades, crécete y usa eficazmente el poco o mucho poder que tengas. Juega tus naipes con aplomo y eficacia. No te bloquees ni desperdicies nervioso el poder de que dispongas.
2. La situación parece desesperada, pero no seria. Que no te puedan las cosas. Que no te contagien, sin perder tu responsabilidad.
3. Optimismo, convicción y perserverancia. Volvemos al socorrido ejemplo del agua que termina horadando la roca gota a gota.
4. El comparativo es más fuerte que el superlativo. Ya está bien de tantas marchas fúnebres. Ya hemos tocado fondo y, poco a poco, empezamos a remontar.
5. Navegar con esperanza y llegar a puerto. Remar hasta la otra orilla, sobre olas, crisis e incertidumbres. Las mujeres, como la de la historia, parecen mejor equipadas que los hombres para dirimir con las dificultades en estas tesituras.
6. No te quedes catatónico ni inmovilizado. Actúa, usando la cabeza. Si tienes ganas de llorar, llora un poco, sécate las lágrimas y muévete.
7. Sé como Antifonte de Atenas. Contagia tu optimismo a los demás. A él le cedieron una casa en Corinto a cuya entrada se leía: "Aquí vive un hombre que cura a la gente con palabras".
José Medina. Presidente de Odgers Berndtson Iberia