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Columna
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El progreso pasa factura a China

El Gobierno chino hará lo que haga falta para contener los disturbios. La rápida respuesta de la policía a los enfrentamientos en la provincia de Xinjiang, que se saldaron con 156 heridos y 1.400 detenidos, ha sido elocuente. Sin embargo, las políticas económicas de Pekín, consagradas ciegamente al crecimiento rápido por encima de todo, pueden acabar alentando los mismos levantamientos que pretenden evitar.

Los manifestantes de Xinjiang estaban furiosos, pero no por ser pobres o marginados. La provincia es relativamente rica, con un PIB per cápita de 5.385 dólares, virtualmente superior a cualquier región no costera de China. Tampoco ha faltado estímulo fiscal, ni siquiera antes del paquete anticrisis nacional de 4 billones de yuanes de este año. En lugar de eso, han estallado los problemas raciales, con la protesta de miembros de la etnia uigur después de unos asesinatos motivados por la raza en el sur del país.

Cuando la economía produce descontento en China, no es tanto por la pobreza como por la desigualdad. Xinjiang fue la provincia con las mayores diferencias de renta entre 1999 y 2005, según un estudio del Banco Asiático de Desarrollo. La región ha sido testigo de un gran influjo de chinos de la etnia han, a quienes muchos uigures acusan de diluir su cultura y acaparar los mejores puestos de trabajo. Cuanto más ricos son los ricos, más tensiones hay.

Los titubeos del crecimiento chino, dañado por el colapso de las exportaciones, pueden aumentar la frecuencia de estos incidentes masivos. Las protestas de la plaza de Tiananmen de 1989 ocurrieron en un año en el que el PIB se quedó en menos de la mitad. Y los incidentes crecieron un 25% y un 67% en 1997 y 1998, durante la última crisis financiera asiática.

Pero el progreso ayuda a fomentar la rebeldía. La creciente penetración de internet es a la vez una conquista del crecimiento y un problema para Pekín. Los blogs y los canales colaborativos son caldo de cultivo para la denuncia, la indignación y la organización.

China ya está lidiando con los actuales rencores raciales, las crecientes desigualdades y los repentinos titubeos de la economía. Pekín está destinando más fondos a la seguridad social, algo que hasta ahora había descuidado en favor del crecimiento rápido basado en las exportaciones, pero ver resultados llevará años. Mientas tanto, debe hacerse cargo no sólo de los pobres, sino también de los pobres que antes no lo eran, un problemático colectivo que no se encuentra sólo en Xinjiang.

por John Foley

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