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Tribuna
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Modelos de innovación, ¿para qué?

Quién no ha hecho alguna vez referencia al modelo de las cinco fuerzas de Porter? Hay algunos marcos de referencia, especialmente en el campo de la gestión empresarial, que parecen tener vida en sí mismos y a veces hasta un cierto componente mágico. Ahora bien, todos deberíamos saber que uno de los grandes errores en ciencias sociales consiste en confundir el mapa con el territorio; es decir, confundir el modelo con la realidad. Dicha circunstancia es aún más relevante cuando hablamos de innovación. La innovación es un fenómeno complejo y, por lo tanto, encaja con dificultad en las simplificaciones y las generalizaciones.

¿Para qué nos sirven los modelos en el caso de la innovación? Existen modelos similares al de Porter; es decir, marcos de referencia que muestran los elementos esenciales que debemos tener en cuenta para comprender el fenómeno de la innovación. El Club de Excelencia en Gestión ha desarrollado uno de estos modelos; algunas consultoras también tienen su propio marco de referencia; incluso en Esade hemos desarrollado un marco de referencia para la gestión estratégica de la innovación. Estos modelos son útiles para la toma de decisión tanto de las Administraciones públicas como de los directivos de la empresas; muestran en qué piezas debemos concentrar nuestros esfuerzos y asignar recursos. Así pues, su valor radica en que pueden ayudarnos a crear las condiciones adecuadas para que la innovación pueda desarrollarse.

¿Para qué no nos sirven los modelos? La paradoja es que en realidad ¡no nos sirven para innovar! La innovación suele ser un proceso similar a la resolución de problemas complejos y poco estructurados: es difícil definir el problema; no sabemos cuál será el proceso final que deberemos seguir, y quizás no sepamos exactamente adónde vamos a llegar y qué vamos a conseguir.

En resumen, en cada proyecto de innovación deberíamos estar dispuestos a descubrir nuevos territorios. Así pues, el verdadero dilema de la innovación es encontrar a personas con la resistencia y perseverancia necesaria para tirar del carro y para abrir nuevos caminos. Asimismo, se necesita la suficiente frescura mental para adoptar nuevas miradas frente a sus múltiples desafíos y para aprender algo en cada nuevo trayecto.

Caminante, no hay camino, ni modelo que valga, ¡se hace camino al andar! El camino de la innovación se construye experimentando y equivocándose una y otra vez.

Juan Ramis-Pujol. Director y profesor del Departamento de Dirección de Operaciones e Innovación de Esade (Universidad Ramón Llul)

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