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Columna
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El máximo para Madoff

A sus 71 años de edad, siglo y medio de cárcel es para Bernie Madoff una pena más que nada simbólica. Seguro que la condena disuade a más de uno de cometer fraude. Pero aunque el estafador fue desenmascarado por la crisis financiera, ello no contribuirá demasiado a evitar otra. Sólo subraya las lecciones que, desgraciadamente, todo el mundo tendría que haber aprendido antes.

La pena máxima debería servir de catarsis para las víctimas de Madoff. Puede que el largo periodo entre rejas al que ha sido condenado disuada a los futuros usuarios del esquema Ponzi. Con un poco de suerte, otra de las consecuencias de la condena será que las autoridades examinen con más dureza las alegaciones de fraude. Se les escapó Madoff a pesar de habérseles presentado pruebas relativamente bien documentadas de su trama de 65.000 millones de dólares.

El escándalo ha hecho que algunos inversores insistan en contar con salvaguardas como la custodia de activos por terceras partes y auditorías adecuadas. Pero estos controles no evitaron que algunos inversores sofisticados entregasen de todas maneras su dinero a Madoff -y muchas de sus víctimas probablemente carecían de recursos para iniciar por su cuenta las diligencias debidas-.

Pero hay poco más que aprender, porque el gigante fraude supuso investigaciones totalmente ficticias. La debacle de Enron en 2001 dejó ver una revelación concreta y problemas de gobierno que el Congreso trató, con éxito desigual, de dirigir. La crisis financiera descubrió a Madoff, porque cuando los inversores necesitaron su dinero él no lo tenía. Más allá de esto, sin embargo, este plan fue sólo una estafa, como muchas antes.

Las grandes lecciones son viejísimas. Los inversores deberían diversificar, y deberían comprobar las credenciales de a quienes confían su dinero. Deberían resistir el atractivo de la atención personal y la exclusividad, y luchar contra el encanto de retornos por encima de la media y riesgo por debajo de la media.

En cuanto a los estafadores, no todos pueden ser disuadidos. El mismo Charles Ponzi, poco antes de su muerte en 1949, todavía pensaba que su estafa era "el mejor show jamás montado" para sus víctimas bostonianas, y pensó que éstos deberían considerarlo "un precio barato". Incluso Madoff está pagando (probablemente) con relativamente pocos años en prisión, tras décadas de buena vida y habiendo aparentemente maniobrado para eludir involucrar a su familia o amigos con él.

Habrá más escándalos como el de Madoff, sobre todo porque la gente será siempre optimista y codiciosa. La sentencia de Madoff puede finalizar un capítulo tumultuoso. Pero el libro de estafas continuará ampliándose.

Por Richard Beales

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