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Secretos de despacho

El laboratorio de Flores Valles

José Luis Flores diseña cocinas y mobiliario de investigación desde un espacio abierto.

Dirige el Rolls Royce de las cocinas, la empresa industrial Flores Valles, con 177 años de historia en la Comunidad de Madrid. No hay restaurante ni hotel de lujo en España que no disponga de unos fogones procedentes de esta fábrica. Luis Flores Valles pertenece a la sexta generación de esta familia de empresarios, que se ha adentrado también con fuerza en el diseño de mobiliario para laboratorios de universidades, industrias o centros de investigación, como el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), el Centro Nacional de Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), Parc de la Recerca Biomèdica de Barcelona (PRBB) o el Centro Tecnológico Repsol YPF. Ahora está inmerso en un gran proyecto, en el equipamiento de la Universidad de Ciencia y Tecnología del Rey Abdullah en Arabia Saudita, conocido como Kaust, "se va a crear la ciudad para la investigación más grande y avanzada del mundo con el objetivo de convertirse en un centro líder del descubrimiento científico y el progreso humano", dice el empresario, que siempre lleva bata blanca al igua lque el resto del equipo.

La conversación se celebra en un pequeño rincón de la zona de oficinas donde está la sede corporativa, incluida la fábrica, de Flores Valles, en un pueblo próximo a Madrid. Sorprende la austeridad y su concepto de despacho abierto y compartido con el resto del equipo. José Luis Flores conoce el nombre de todos sus empleados, con los que le gusta comer y con los que toma café todos los días. "Cuando hay demasiado ruido me recluyo mirando a la pared".

El mobiliario es blanco, de laboratorio, los papeles están ordenados, una manía del ejecutivo que extiende a todas las parcelas de su vida, incluidos los calcetines de su armario. "Me he educado en la herencia paterna en la que todo tenía que estar en orden, y lo cumplo a rajatabla en mi vida personal y laboral". Tiene cerca y muy presente algún mapa internacional, "porque mi padre me dejó la empresa organizada y yo soy el encargado de enseñarla a nivel mundial". Dice que es su aportación a la organización. "Soy el impulsor de la exportación porque hoy día hay que salir fuera". En ese camino están. El mobiliario técnico de laboratorio lo venden en China y Ucrania, y el de cocinas, en Marruecos. Flores Valles tiene en plantilla 300 trabajadores, de los cuales una decena trabajan en el departamento de investigación y desarrollo, y factura 36 millones de euros. Afirma que aplica una máxima que debe tener todo empresario: pasárselo bien con lo que hace, "dejando en un segundo orden la parte crematística y menos bonita de la gestión". El secreto del éxito asegura que se encuentra en el equipo de colaboradores. "No soy nada personalista, delego y soy generoso porque no soy indispensable. Creo que esa generosidad en la delegación de parcelas concretas es lo que más motiva a los profesionales".

José Luis Flores, madrileño de 57 años, se graduó en Ingeniería de Minas en París (Francia) y tomó contacto con la empresa familiar en la fábrica, donde ejerció como ayudante de cizalla, en la punzonadora, como soldador, pulidor, ensamblista y hasta montador. "Durante ese tiempo conocí con detalle aspectos de la producción y tuve la oportunidad de relacionarme con los operarios que realizan estas labores". De la fábrica pasó a la delegación de Barcelona, donde estuvo tres años y aprendió de primera mano la labor comercial y el mercado al que se dirigen. En 1980 se incorporó a la dirección general de la compañía, tras la jubilación de su padre, "el gran artífice de esta compañía, que fue capaz de convertir un taller en una empresa y profesionalizarla". Pero además, reconoce que su padre fue un gran visionario "porque sabía que el mundo iba hacia la internacionalización y en contra de las costumbres de la época me matriculó para que estudiara en el Liceo francés y se empeñó en que aprendiera idiomas". Asegura que la clave es resolver bien la sucesión de una generación a otra. La séptima ya está formándose.

La bola de la suerte de Kaust

No tiene apego a los objetos personales pero guarda con especial cariño, en una pequeña vitrina, una pequeña pelotita, que tiene una gran historia personal para este ejecutivo. æpermil;l mismo lo cuenta: "Llegamos al concurso en el que se iba a seleccionar a la empresa a la que se iba a adjudicar el proyecto de la Universidad de Ciencia y Tecnología del rey Abdullah en Arabia Saudí (Kaust). Cuando llegamos alquilamos un coche y había una bolita en el salpicadero. Siempre la tocábamos para ver si nos daba suerte. El día de la selección la guardé en el bolsillo y cuando me hacían preguntas complicadas la tocaba. Nos trajo suerte, la guardé en una urna, por si alguna vez la volvemos a necesitar", relata Flores.En su mesa de trabajo tiene un pequeño repertorio de fotos familiares, con su esposa y sus dos hijas; también hay testimonio gráfico de la celebración del 175 aniversario de la compañía, la industria más antigua de Madrid. "Y es todo un logro porque cuando la deslocalización es una moda nosotros hemos apostado siempre por esta comunidad". Entre sus aficiones se encuentra la fotografía, el pádel, la música, el cine y la lectura. "Soy un apasionado de la vida". Su próximo reto es abrir mercado en Estados Unidos.

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