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Tribuna
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La RSE en épocas de incertidumbre

Es importante para nuestra empresa seguir apostando por la responsabilidad social". æpermil;ste es el criterio que están siguiendo bastantes compañías cuando se han planteado qué hacer con la RSE (responsabilidad social de la empresa) en estos tiempos de crisis. De forma coloquial podríamos decir que, con la que está cayendo, la RSE está aguantando el tipo con suficiente entereza.

El inicio de la crisis financiera y económica cogió a un grupo significativo de empresas con una trayectoria de responsabilidad social suficientemente avanzada. Para ellas, la RSE va más allá de dos de sus elementos básicos: la filantropía y la acción social y una política de gestión de riesgos asociados al impacto social o medioambiental de sus operaciones. Son empresas que abordan la RSE con una visión a largo plazo que pretende impregnar su forma de ser y de hacer. Para ello la están integrando en sus valores y estrategia corporativa y la aprovechan para articular sus ventajas competitivas.

Por supuesto que los recortes presupuestarios y de inversiones que se están aplicando hoy en día en todas las organizaciones también inciden en la RSE. La crisis está provocando una notable reducción de los presupuestos de acción social de las empresas y también un retraso de las inversiones previstas para mejorar el impacto medioambiental de los procesos productivos.

Aun así, tal como nos comentaban recientemente los directivos de diferentes empresas a los que se les preguntaba sobre este aspecto, "la crisis no afecta a la RSE con mucha más intensidad que a otros ámbitos de la empresa considerados como necesarios". Para nuestros interlocutores, esto es un indicador de la relevancia que la RSE ha ido adquiriendo a lo largo de los últimos años.

Los factores que han dado protagonismo a la RSE son aún más importantes en este contexto de recesión económica tan intensa -y previsiblemente prolongada- que estamos viviendo. Por una parte, no debemos olvidar que la actual crisis se añade a otros problemas globales como el cambio climático o la pobreza en el mundo, por poner dos ejemplos. Estas otras crisis siguen legitimando la demanda de la sociedad -ciudadanos, consumidores, ONG, sindicatos, Administraciones públicas, etcétera- a las empresas para que su generación de valor económico sea compatible con el respeto al medio ambiente y a los derechos fundamentales en cualquier punto del planeta donde operen.

Ahora, como consecuencia de la crisis financiera, nuevas exigencias presionan a las compañías en ámbitos como la transparencia, la gestión del riesgo y el buen gobierno respecto de los cuales la RSE y las buenas prácticas que promueve se consideran una parte de la solución. En este sentido, varios países, como Francia, Dinamarca o Suecia, ya han establecido criterios que obligan a determinadas empresas (las que cotizan en Francia, las 1.100 más grandes en Dinamarca o las públicas en Suecia) a informar sobre sus impactos sociales y medioambientales así como sobre su gobierno corporativo.

Al mismo tiempo, la RSE también ha ido adquiriendo más relevancia porque las empresas han constatado que les reporta beneficios en aspectos importantes para su competitividad. En primer lugar, les ayuda a mejorar su reputación y el nivel de reconocimiento y aprecio por parte de sus principales grupos de interés. Este extremo es determinante para superar la crisis económica actual, una de cuyas consecuencias ha sido la pérdida generalizada de confianza en las empresas y en las instituciones. Asimismo, la RSE refuerza significativamente el nivel de implicación de los empleados y fortalece la capacidad de la compañía para atraer y retener talento, aspectos decisivos de las políticas de recursos humanos en épocas de incertidumbre como la presente.

Por último, la RSE es una aliada de las empresas en el desarrollo de sus competencias estratégicas. La consideran una catalizadora de la innovación, ya sea porque hace evolucionar su forma de actuar y su propio modelo de negocio o bien porque impulsa el desarrollo de productos o mercados que responden a los nuevos planteamientos sociales y medioambientales de los consumidores y de la sociedad en general. La RSE deja de ser un coste y pasa a ser una inversión que genera crecimiento y facilita la diferenciación.

Aun con los tiempos que corren, los líderes de estas empresas tienen la convicción de que apostar por la RSE es construir un futuro mejor para sus compañías.

Ignasi Carreras. Director del Instituto de Innovación Social de ESADE

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