Centrando el problema
No les llama la atención? Yo, lo admito, estoy un tanto estupefacto ante el actual debate sobre la recuperación de la economía y de los mercados. Soy el primero que reconoce la importancia del optimismo para influir en las expectativas de los agentes económicos. Si, además, coincide con una fuerte recuperación de las Bolsas y mayor interés por los activos de riesgo desde los inversores, el optimismo se puede convertir en euforia. Pero en una situación tan complicada como la actual, un optimismo excesivo, poco fundamentado, puede ser más perjudicial que beneficioso a la hora de consolidar la futura recuperación de la economía. Dice el presidente de la Fed que los economistas tendemos a infravalorar la relación entre la economía y los mercados. No es mi caso. La crisis económica actual ha tenido su inicio en los mercados financieros. Y ahora podemos afirmar que la crisis financiera está muy próxima a ser superada. ¿Supone esto que podemos superar ya la crisis económica? De acuerdo. Pero, ¿cómo será la recuperación posterior?
En demasiadas ocasiones nos olvidamos que el origen de la Crisis actual es el excesivo endeudamiento de familias y empresas en el pasado. También el propio apalancamiento de las entidades financieras. Ahora, el deterioro de su activo. Las primeras tendrán como objetivo a corto y medio plazo fortalecer su balance, lo que se traduce en un aumento del ahorro que les permita reducir su deuda. Al final, menor gasto e inversión. En el caso de los bancos, también con el objetivo de fortalecer su balance, pero a través de ajustar su activo al mismo tiempo que refuerzan sus recursos propios.
Considerando todo esto, es muy complicado que la futura recuperación de la economía nos lleve a los ritmos de crecimiento anteriores. De hecho, no es nada descabellado considerar una caída futura en el crecimiento potencial de las principales economías. Al final, hablamos de un crecimiento económico moderado a medio plazo cuando hayamos tocado suelo (aún veremos algunos trimestres de contracción económica). De esta forma, ser optimista en estos momentos es lo mismo que admitir que hemos superado el peor de los escenarios posibles, como es la combinación de deflación y recesión prolongada. Algunos lo confundirían con una depresión. Pero, ¿a qué coste? La cuestión no es trivial.
Y precisamente es debido al excesivo optimismo actual que se hace más frecuente. Las autoridades, bancos centrales y Gobiernos aluden ya claramente a la necesidad de establecer estrategias para revertir las medidas expansivas introducidas para luchar contra la crisis. En mi opinión, es demasiado pronto. Pero es el exceso de optimismo que se observa en los mercados lo que lleva a estudiar los planes de reversión. Esperemos que no a ejecutarlos.
Pero hay algo más que me inquieta. Me refiero a la inactividad ahora de muchos Gobiernos, tan comprometidos para actuar de forma coordinada internacional hace unos meses en la lucha contra la crisis. La complacencia con respecto al escenario actual, cuando antes diseñaban planes urgentes para facilitar el ajuste del sistema financiero. La disposición a aplicar reformas estructurales en las economías, con el objetivo de aumentar el crecimiento potencial futuro, se aplaza ahora ante la aparición de indicios de recuperación de la economía. ¿Por qué asumir más sacrificios? De esta forma ponemos en peligro la recuperación futura de los empleos perdidos en la crisis, convirtiendo la elevada tasa de desempleo actual en estructural. Aplazando el ajuste del sistema financiero comprometemos la solidez de la recuperación futura. Dando un paso atrás en la coordinación internacional puede llevar a retomar viejos tabúes como el proteccionismo o el nacionalismo. ¿Que soy pesimista? No lo crean.
José Luis Martínez Campuzano. Estratega de Citi en España