Los beneficios, en 2011; sacrificios, en septiembre
Pese a los notables esfuerzos desplegados en los últimos días por parte de la clase política española, parece poco probable, casi un milagro, que la irrupción de Magna en la gestión de Opel no vaya a suponer un reajuste en la planta zaragozana de la compañía. La práctica totalidad de medios ha anunciado que los proyectos industriales presentados por Magna para optar a la compra de Opel contemplan, para empezar, la eliminación de 11.000 empleos en Europa, el 20% del total. De ellos, 2.600 se producirán en Alemania.
Las prisas políticas persiguen poner la venda antes de que se produzca la herida. Pero las decisiones sobre despidos, cuando los haya, se harán esperar algunos meses. Según Wolf, Magna examinará "con sumo cuidado" los posibles cambios en Opel antes de elaborar un plan de negocio, que se presentará en septiembre. Solo entonces comenzará de verdad el baile de cifras.
Además, el cambio de titularidad de Opel no será tan sencillo. Uno de los abogados involucrados en el proceso aseguró ayer que el traspaso a la sociedad en la que Magna y sus socios rusos controlarán el 55% (GM tendrá el 35%; la plantilla, el 10%) podría tardar entre tres y seis meses, y no las tres semanas de las que se ha hablado hasta ahora. Para garantizar este tránsito, la marca alemana recibió ayer de Berlín los primeros 300 millones de euros del crédito puente de 1.500 millones.
Los problemas legales chocan con las lógicas prisas que tienen los adjudicatarios de la segunda marca más vendida en Europa para devolverla a la rentabilidad. El coconsejero delegado del fabricante canadiense de componentes, Siegfried Wolf, aseguró ayer en una entrevista a Bloomberg que espera que Opel sea rentable en 2011. Para ello, harán falta nuevos sacrificios laborales para unos empleados ya acostumbrados a los recortes. El presidente del comité de empresa de Opel, Klaus Franz, reconoció ayer así que se abre ante los trabajadores "un camino de saneamiento muy duro que costará muchos puestos de trabajo".
Eso sí, tanto los sindicatos en España como los alemanes no ocultan su alivio porque Berlín haya preferido a Magna. "Una cooperación con Fiat", afirmó Franz a la cadena pública de TV ZDF, "habría sido un haraquiri económico y laboral".
La plantilla europea de GM conoce bien el tacto de la tijera. La multinacional la ha usado muchas veces en los últimos diez años: ha reducido la plantilla en un 40% desde 2000 con planes como el Olympia a principios de los 90, o el último gran recorte en 2004, cuando se fueron 11.000 empleados, 618 en Figueruelas. Estas medidas han permitido subir la productividad un 30% desde 2000. Y aun así, ha sido necesaria la intervención estatal.
Por ello, Magna cometería un error si su aportación a Opel se limitase al control de costes. Wolf reconoció que está en el ánimo de la compañía renovar una gama que, pese a los más recientes esfuerzos (con éxitos como el del Astra), ha languidecido desde los 90. Los cambios en la dirección y una imagen de marca demasiado asociada a la clase obrera -sobre todo en Alemania- tampoco han sido de ayuda.
Esta revisión de la gama traerá consigo la reordenación industrial de una compañía que, igual que casi todo el sector, sufre de sobrecapacidad. Por ello, gobiernos como el belga o el británico temen el cierre de alguna de sus plantas. Y ahí es donde ha de hacer valer Figueruelas sus credenciales ganadas tras años de ajustes y esfuerzos.