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Tribuna
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La formación como inversión de futuro

El rápido cambio de ciclo de la economía mundial iniciado en 2008 ha llevado a una recesión global que nos obliga a repensar las retos, cada vez más complejos, a los que nuestra economía se enfrentará en la próxima década.

Hemos dejado de competir en el grupo de países de desarrollo intermedio, para entrar en la primera división de los grandes países desarrollados. Pero ¿está el país preparado para jugar en primera división, en campo contrario y con el terreno encharcado, es decir, en crisis? Y, sobre todo, ¿tenemos los jugadores adecuados para jugar en primera división, y no tener que luchar por evitar las plazas de descenso?

La respuesta no parece muy optimista. Nuestro sistema educativo deja aún mucho que desear, desde las enseñanzas medias a la Universidad.

Las empresas, los agentes sociales y la Administración comparten el discurso acerca de la necesidad de invertir en innovación, en I+D, en tecnología y en capital humano.

Pero la realidad no acompaña ese discurso. Nuestro sistema de formación continua y ocupacional es todavía débil, poco consolidado respecto a otros países europeos donde se invierte aproximadamente el doble por trabajador.

En el contexto actual, es necesario que las empresas reduzcan gastos al caer las ventas, pero no parece demasiado coherente que en algunas compañías (afortunadamente, no en la mayoría), los presupuestos de formación disminuyan en mucha mayor proporción que el resto de gastos.

También parece razonable que las primeras medidas de respuesta pública a la crisis se centren en el sector financiero y en actuaciones que generen empleo a corto plazo, como son las obras públicas.

Pero no tiene mucho sentido que el esfuerzo global del país para salir de una crisis que se prevé larga y compleja no conlleve una apuesta clara del mundo empresarial y de las administraciones públicas por incrementar la inversión en innovación, tecnología, educación y formación continua. Lo están haciendo ya los particulares, que limitan gastos superfluos y aumentan su inversión en formación, pero no podemos apelar sólo a los bolsillos de los españoles para un tema tan estratégico.

Si de verdad se quieren sentar las bases de un nuevo modelo de desarrollo que permita dar un nuevo impulso al crecimiento y a la creación de empleo, los sectores que han sido motores del crecimiento en épocas pasadas sufrirán profundos cambios y, con ellos, las cualificaciones de los trabajadores ocupados en ellos. Serán necesarias fuertes inversiones del Estado y de las empresas para adecuar las competencias de los empleados y de los desempleados a los nuevos requerimientos que exige la economía del conocimiento y el desarrollo sostenible.

En un mundo cada vez más globalizado, la empleabilidad de las personas depende muy directamente de su cualificación y de su capacidad de aprender y reciclarse. Hace falta cada vez más formación, de mejor calidad y más eficiente. Y en este punto cobra cada vez más importancia el e-learning y el uso intensivo de las tecnologías de información para gestionar e impartir formación.

Son años de eficiencia y optimización de recursos, y por tanto de apostar más por la formación, una inversión clave de futuro para seguir manteniendo la posición que a nuestro país tanto le ha costado alcanzar.

Mariano Baratech. Presidente de æpermil;logas

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