Cinco tesis sobre la crisis
1 La economía mundial viene atravesando desde hace tiempo por una situación muy grave. Sin embargo, el impacto que dicha circunstancia tiene varía significativamente de unos países a otros. España está encuadrada en el grupo de aquellos que mayor peligro corren; pues, pese a haber negado tozudamente la realidad, ya nadie discute que estamos en plena recesión.
2 Los síntomas son palmarios: el Producto Interior Bruto (PIB) viene cayendo desde hace meses, el déficit público aumenta, el porcentaje de la deuda del Estado sobre el PIB crece, la deuda exterior resulta astronómica, el nivel de paro es el más alto de la UE; uno ve negocios que se cierran, empresas que se traspasan, bares y restaurantes que venden menos, tiendas que llegan a rebajar las existencias hasta el 70% y bancos reacios a conceder créditos.
3 ¿Por qué se llegó a esta situación de epidemia mundial? La cosa, según se viene a decir, tiene unas raíces macroeconómicas, que, unidas a un sistema de incentivos que permitía a mucha gente ganar mucho dinero a corto plazo, a una nula supervisión por parte de los entes reguladores, amén de la inevitable y humana tendencia a la avaricia, hizo a la economía globalizada entrar en una espiral perversa. Con el precio del dinero bajo y un mercado inmobiliario que empezaba a despegar, los bancos vieron una ocasión de hacer negocio concediendo hipotecas de alto riesgo a personas de muy dudosa solvencia. Para cubrir la contingencia de los posibles impagos, titulizaron la deuda, la convirtieron en otros instrumentos que colocaron entre otros inversores -bancos, fondos de inversión, etc.-. En el momento en que los que tenían contratada una hipoteca dejaron de pagar, el mundo financiero se hundió.
4 Para el caso español cabría añadir otros elementos que ensombrecieron más el panorama: el agotamiento de un modelo de crecimiento basado en la construcción, la falta de reformas estructurales, la pérdida de competitividad y de productividad, una tendencia a vivir por encima de nuestras posibilidades y un imprudente incentivo a un consumo irresponsable. Consecuencia de todo lo anterior: la crisis. ¿Qué alcance tiene? Nadie lo sabe. Se habla de millones, billones o trillones de euros. Y tampoco se coincide a la hora de fijar un límite temporal para superarla: ¿Dos años?, ¿tres?, ¿diez, para el caso español?
5 Entre el voluntarista ingenuo que piensa que esto se va a arreglar solo, y el pesimista agorero que desespera de que vaya a haber salida, habría que situar al realista consciente. Realista porque no cierra los ojos ni niega la negrura del panorama; pero también consciente de las posibilidades que la gente tiene para superarse y mejorar la vida. De la crisis se puede salir y, sin duda, se saldrá. Lo importante es tomar nota para el futuro y poner los medios necesarios que eviten la desmesura, la imprudencia, la opacidad, el descontrol, la preeminencia de lo económico sobre lo político y de lo financiero sobre la ética.
José Fernández Fernández. Cátedra Javier Benjumea de æpermil;tica Económica y Empresarial Universidad Pontificia Comillas-ICAI-Icade