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Tribuna
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La riqueza de innovar

Tras la mejora y simplificación de los procesos, la innovación es la segunda área crítica en la que deben recaer los esfuerzos inversores. Innovar no quiere decir necesariamente, inventar. Según la RAE, es "mudar o alterar algo, introduciendo novedades". En consecuencia, en muchas ocasiones innovar es mirar a nuestro alrededor, ver el efecto que determinados factores han producido en organizaciones, empresas y colectivos semejantes a los nuestros y aplicar medidas similares buscando resultados parejos.

Como sucede en cualquier aspecto de nuestras vidas, a la hora de innovar hay que establecer prioridades. En España están claramente definidas las dos áreas que necesitan innovación: el sistema educativo, especialmente en las Universidades, y las empresas, especialmente las medianas y pequeñas. Hemos leído y oído, que estamos a la cola en el grado de preparación de la fuerza trabajadora, o que nuestras pymes y nuestra capacidad exportadora no nos sitúa mejor. Pero, a pesar de estos datos, tenemos la fortuna de que en nuestros genes abunda la creatividad, la iniciativa y la flexibilidad. Estos importantes valores deberían hacer el Gobierno central y los autonómicos pusieran entre sus prioridades, al máximo nivel estratégico, la capitalización de todas las iniciativas que surgen en el mundo universitario. Los jóvenes están llenos de ideas innovadoras y de escasos recursos para ponerlas en marcha. Esta es, probablemente, la mayor riqueza en bruto de nuestra sociedad y hoy, más que nunca, ante la transformación del modelo social y económico, se hace necesario el esfuerzo inversor, tanto para ayudarnos a competir, como para abrirnos hacia nuevos mercados en el exterior.

La innovación es intrínseca a las tecnologías de la información, tanto en si mismas, por lo que aportan en su permanente renovación, como por el efecto potenciador que producen entre los creadores de software y servicios. Nunca en la historia ha habido un sector de actividad en el que el ritmo al que se suceden la aparición de novedades, el lanzamiento de nuevos productos y la superación de características sea tan frenético. Como prueba de ello, Gordon E. Moore formuló en 1965 su famosa ley: "aproximadamente, cada 18 meses se duplica el número de transistores que caben en un circuito integrado" y se ha venido cumpliendo inexorablemente. Predijo que sucedería durante dos décadas y en las casi cuatro desde que Moore presentó su previsión, el número de transistores que se integran en un chip se ha multiplicado por 4.900. Nadie formuló una ley parecida referente a las capacidades de almacenamiento, memoria, velocidad de comunicación… pero la innovación en estos y otros componentes de los productos tecnológicos ha sido, sigue siendo y se prevé que continúe siendo fulgurante.

En definitiva, las tecnologías de la información y la innovación están llamadas a jugar un papel clave en la construcción del futuro, en el tránsito rápido de la actual situación hacia nuevos períodos de crecimiento económico. No desaprovechemos las oportunidades.

Ignacio Garicano. Director de Marketing de Fujitsu Technology Solutions

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