Internacionalización, la mejor respuesta a la crisis
Cualquier estudioso de la historia económica de España observará que los momentos de bonanza siempre coinciden con la apertura al exterior. Sin remontarnos a épocas más antiguas, en los últimos 50 años podemos recordar el Plan de Estabilización de 1959, la incorporación a la Unión Europea en 1986, lo que se puede llamar la multinacionalización de la gran empresa española, a finales del siglo pasado y el euro, como grandes hitos que trajeron años de prosperidad.
Al mismo tiempo, la economía española se ha caracterizado por una inflación superior a los países de nuestro entorno, lo que unido al poco esfuerzo innovador se traducía en pérdida de competitividad, con la consiguiente crisis de la balanza de pagos y endeudamiento excesivo con el exterior. Ello provocaba un parón económico, que se resolvía con las habituales devaluaciones que, empobreciéndonos respecto al resto del mundo, devolvía la competitividad a unos niveles aceptables. En esos momentos, los exportadores volvían a vender en el extranjero, trayendo riqueza y restableciendo el equilibrio.
Esta constante de los últimos 50 años se está repitiendo en la actualidad, pero encubierta en una crisis mundial. Desde nuestra incorporación al euro hemos padecido una inflación superior a la de nuestros socios, que ha perjudicado a nuestros exportadores, con el consiguiente déficit creciente de la balanza por cuenta corriente. Pero al igual que en las crisis anteriores, serán los exportadores los que nos sacarán de la crisis, los que crearán riqueza, los que equilibrarán nuestras cuentas con el resto del mundo, devolviendo el endeudamiento con el exterior a unos límites aceptables.
En este sentido, la falta de financiación es un obstáculo para la internacionalización de la empresa española. Una de las consecuencias de la crisis es la destrucción de tejido empresarial por la falta de financiación. Parece que es inevitable que desaparezcan empresas competitivas porque no puedan acceder al crédito al que antes accedían sin mayores problemas.
Ha llegado el momento de potenciar una de las herramientas más preparadas en lo que a financiación de pymes y autónomos se refiere: las sociedades de garantía recíproca. Estas sociedades son sumamente necesarias, por no decir imprescindibles, en momentos de restricción al crédito como el actual. Al estar constituidas por y para empresarios, son mucho más conscientes de las necesidades que éstos tienen en cada momento. Por otra parte, son los propios empresarios los que participan en los comités de riesgo de las SGR, con lo que el tratamiento del riesgo es diferente que en las entidades financieras al uso. Por último, y no menos importante, las SGR permiten el acceso a una financiación con mejores costes y mayores plazos
El abanico de posibilidades que contemplan las SGR es tan amplio que abarca desde la renovación de maquinaria hasta la innovación tecnológica, pasando por la internacionalización, el apoyo al autónomo o el fomento del emprendimiento.
El papel que han asumido estas sociedades en los últimos años, facilitando un mejor acceso a la financiación, es un elemento muy a tener en cuenta por aquellas empresas que deciden abrirse al exterior, bien sea para internacionalizar sus productos o para instalarse en otros mercados. Las barreras que encuentran las pymes en este sentido son muchas, pero las sociedades de garantía recíproca contribuyen a paliarlo.
Juan Manuel Santos-Suárez. Presidente de Avalmadrid SGR