Obras que den empleo, pero también riqueza
José Blanco se estrenó ayer ante el Congreso como ministro de Fomento anunciando que acelerará obras públicas ya en marcha para generar actividad y crear empleo. En plena recesión es una decisión acertada e, incluso, conocida. Ya en agosto del año pasado el Gobierno aprobó en su plan anticrisis la misma medida. Y según los cálculos que ha hecho público el Ejecutivo, ha cumplido con este objetivo y en el primer trimestre de este año la ejecución de obra ha aumentado un 18%.
Pero la profundidad de la recesión, y sobre todo su duración, exige porfiar en esta línea. A tal fin, Blanco anunció ayer 600 millones de euros extra para lo que queda de año con el fin de dar un empujón a 60 obras en carreteras que están languideciendo por falta de fondos. Hemos de suponer que todas y cada una de ellas son necesarias y ahora simplemente se aceleran. Porque si bien es cierto que las obras públicas son una fórmula para combatir la recesión y generar actividad, no es aceptable que la única justificación del aumento del gasto público sea emplear operarios. Abrir y cerrar zanjas no es la solución.
Por contra, es necesario que se desatasquen obras cuya necesidad económica y social está demostrada y, sin embargo, permanecen paralizadas por problemas administrativos. Un claro ejemplo es la modernización de la red de autopistas de primera generación. Las seis radiales tienen tramos saturados y en algunos casos no cumplen los mínimos de seguridad. Sin embargo, a pesar de que ya se ha licitado hace un par de años una decena de tramos -a los que se suman dos nuevos anunciados ayer por el ministro de Fomento-, las obras todavía no han empezado. El retraso se debe a desavenencias entre Fomento, que pretende incluir nuevas actuaciones más allá de lo licitado, y las concesionarias que alegan que lo presupuestado, con bajas del 40%, no cubre las últimas exigencias del ministerio.
Blanco ha anunciado que trabajará en desbloquear esta situación. Urge encontrar una solución satisfactoria para ambas partes, no solamente porque las máquinas arranquen lo antes posible, sino porque esas infraestructuras son vitales para la vertebración y las comunicaciones de todo el país.
Otra prioridad del ministro es el transporte de mercancías por ferrocarril. Es una vieja aspiración, apoyada firmemente desde estas páginas y anunciada por sucesivos Gobiernos, pero que parece no despegar nunca. Sus ventajas son indudables: es más barato que por carretera y menos contaminante. Por contra, el tren es hoy considerablemente más lento en el transporte de mercancías que el camión. Blanco planteará su prioridad a las comunidades autónomas para consensuar un plan estratégico. Será un dinero bien empleado, con efectos muy beneficiosos para el tejido empresarial y para la sociedad en su conjunto.