Un poco de creatividad, por favor
Darío Facal analiza de qué manera resulta fundamental comprender las motivaciones y las circunstancias personales a la hora de trabajar en equipo por la consecución de un objetivo común.
Fue Ortega y Gasset quien acuñó aquel impecable aforismo en el que afirmaba que el individuo resultaba incomprensible sin contemplar sus circunstancias y quizá, porque nuestra experiencia es intrínsecamente parcial y subjetiva, e inevitablemente limitada a nuestra perspectiva y a la información que tenemos a nuestra disposición, sea tan necesario que el teatro, el cine y la literatura construyan para nosotros perspectivas más vastas de la realidad y experiencias más amplias del comportamiento humano.
Es competencia del teatro y el cine representar los momentos de conflicto que atraviesan los personajes, observar sus reacciones y sus pensamientos. El buen arte dramático es aquel que nos permite comprender los comportamientos por complejos y excepcionales que puedan parecer, aquel que nos hace más capaces de comprender las intenciones y los deseos de las personas que nos rodean. Las grandes obras teatrales, así como las grandes películas nos permiten, por un instante, penetrar en el alma humana y empatizar con personas muy distintas a nosotros en situaciones que nunca hemos vivido.
Como director de teatro y escritor, resulta parte fundamental de mi trabajo observar la vida, intentar comprender a las personas (y no utilizo comprender en sentido altruista o tolerante, comprender a alguien no implica necesariamente compartir sus criterios o defender sus acciones), especular sobre lo que piensan, lo que sienten y lo que les conduce a actuar. En definitiva, ver cómo se comportan las personas que me rodean, asociar la información que tengo e imaginar variaciones sobre las circunstancias que desconozco, para que todos los comportamiento resulten congruentes.
El trabajo del director y del actor consiste en comprender qué motiva a un personaje a actuar como actúa, sus sentimientos, sus pensamientos y lo que les legitima. Todo personaje o ser humano o siente que sus acciones son legítimas o tiene razones para hacer algo que considera injusto. Así, Ricardo III, por culpa de su deformidad física, siente rabia y envidia hacia su familia y hacia el sistema, razón suficiente para que emprenda, con total impunidad, una serie de crímenes que le impulsarán a la corona. æpermil;l en ningún caso considera estar obrando mal, simplemente no se rige por las normas éticas de un sistema que en otros aspectos de la vida cortesana le excluye implacablemente. Macbeth, en cambio, es totalmente consciente de que el regicidio es ilegítimo. Al contrario que el duque de Gloucester, Macbeth es un personaje con éxito, perfectamente integrado en el sistema, que sin embargo ejecuta al rey Duncan impulsado no sólo por su ambición, sino también por el amor hacia su esposa.
Creo que todos los seres humanos responderíamos de forma similar ante situaciones similares siempre que se diesen las mismas circunstancias, es decir, que también nosotros, tal y como le sucede a Hamlet, tendríamos dudas y buscaríamos una confirmación definitiva antes de matar al supuesto asesino de nuestro padre, en el caso de que nuestra única prueba fuese una aparición sobrenatural. Es por esta identidad que nos atraviesa, que todavía hoy podemos interpretar, emocionarnos y comprender los dilemas y sentimientos de personajes que fueron escritos hace siglos, en diferentes países y en condiciones sociopolíticas muy distintas de las nuestras.
Dentro de la sala de ensayos mi trabajo como director es doble, igual que cualquier director de empresa: conseguir desarrollar una tarea, que en mi caso culmina en una producción teatral o cinematográfica, y conseguir que un equipo de personas trabajen juntas para que dicho objetivo tenga la máxima calidad. Es aquí, precisamente, donde todo lo expuesto resulta fundamental, ya que comprender las legitimidades, expectativas, decepciones y circunstancias de las personas con las que trabajamos es la mejor manera de poder motivarles, exigirles y mantenerles unidos para llevar a buen término cualquier trabajo.
Nadie puede interpretar comportamientos que no puede concebir, y así la novela, la poesía, el teatro y el cine deberían ser capaces de acercarnos más al ser humano, no a la persona que somos, sino a todo aquello de lo que como seres humanos seríamos capaces de ser. Interesarse por el arte con el único fin de adquirir un estatus cultural resulta tan banal como despreciarlo. El arte es un espejo con el que confrontarnos, conocernos y cuestionarnos a nosotros mismos, pensar sobre aquellas cosas que tomamos por legítimas y sobre los motivos que nos llevan a hacerlo.
Dirigir implica ser capaz de manejar toda la información que compromete nuestra tarea, para así crear líneas de acción y establecer criterios que impulsen hacia el resultado. No obstante, muchos directores parecen poseer y comprender toda la información económica, logística y comercial, pero reiterativamente ignoran el aspecto humano que comporta toda empresa. Prestarle atención a la vida, no aferrarse a cómo deberían ser las cosas y reflexionar sobre cómo son y por qué, escuchar a los demás y analizar nuestras circunstancias, las de nuestros compañeros y las de nuestra empresa, son cualidades esenciales para aquel que pretenda dirigir a un grupo humano, garantizando los mejores resultados, motivando y entusiasmando a las personas con las que trabaja.
Darío Facal . Director de teatro contemporáneo y de Metatarso Producciones