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Tribuna
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Impuestos que no se pagan

De todos es sabido que la situación económica mundial atraviesa uno de los momentos más duros desde la década de los treinta. En España, como sucede en todos los países desarrollados, se ha producido una caída estrepitosa de la recaudación fiscal, aunque es en nuestro país, que partía de una situación privilegiada de superávit de las cuentas públicas, donde el descenso es más patente.

El aspecto más preocupante de la situación económica española es la enorme tasa de desempleo que se ha generado y que ya alcanza el 17% de la población activa. En todos los Estados industrializados se está destruyendo empleo, pero en ninguno al ritmo de pérdida que en el nuestro.

Existe una estrecha relación entre la destrucción de empleo y de tejido productivo con la caída de la recaudación fiscal. Un aspecto que no ha sido suficientemente analizado es el de la caída de la inversión en capital productivo y en construcción. Este descenso de la inversión es el origen del cierre de empresas y de reducción de la oferta de bienes y servicios y, por tanto, del desempleo.

El Gobierno ha iniciado diversos programas de gasto público para reanimar la economía pero al no haber recaudación de impuestos suficiente, estos programas se están financiando mediante endeudamiento, sin que se haya querido abordar la necesidad de una subida de impuestos, o de un decidido impulso en la lucha contra el fraude fiscal. De hecho, algún avispado se preguntará que dado que el déficit público no es un problema y, en consecuencia, es indiferente financiar el gasto con déficit o con impuestos, para qué va a pagar sus tributos.

Cualquier subida de impuestos tiene un efecto negativo y de contracción en la actividad económica. Pero financiar a través de deuda, con impuestos que no se pagan ahora, también conlleva un coste más que considerable. El primero de ellos es la necesidad de afrontar mayores impuestos en un futuro. El segundo tiene que ver con la necesidad de asumir una carga financiera: esto es, unos intereses, a un tipo cada vez más alto. No debemos olvidar que España está pagando un punto más que Alemania en los intereses de la deuda.

Ante esta situación, hay quienes opinan que ambos costes son asumibles. Sin embargo, los costes futuros no son los únicos a tener en cuenta porque, en primer lugar, el incremento de tipos de interés supondrá también el encarecimiento de la financiación de las inversiones privadas -que siempre son más caras que las del Estado- y, en segundo lugar, es que en un entorno de graves restricciones de liquidez, cada euro que gaste el sector público y que no financie con impuestos, es un euro menos de inversión privada.

Si se quiere romper este círculo vicioso de reducción de inversiones y destrucción de empleo, además de la racionalización de gastos e inversiones públicas, convendría plantearse qué forma de financiación es más barata y realista: con impuestos que se pagan ahora o con impuestos a pagar en el futuro, pero cuyo coste se está asumiendo ya, aunque no seamos del todo conscientes de ello.

Francisco de la Torre Díaz. Portavoz de Inspectores de Hacienda del Estado

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