Un plan para la esperanza
El presidente de Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, sorprendió ayer durante el debate del estado de la nación con once nuevas medidas. Aunque la mayoría está enfocada a reactivar la economía y combatir el desempleo, también anunció reformas de calado en la línea de mudar el modelo productivo desde el sector inmobiliario hacia otros, nuevos o no, pero de mayor valor añadido.
A pesar de las críticas explícitas a los inmobiliarios, o quizá por ellas, la propuesta estrella va dirigida a normalizar este sector. A tal fin, el Gobierno suprimirá el 1 de enero de 2011 la deducción de vivienda en el IRPF para las rentas de más de 24.000 euros. Acabar con esta deducción, enquistada en el acervo de los españoles y desincentivadora del alquiler, supone una decisión valiente. Sin embargo, como reconoció Zapatero, no pretende tanto el ahorro fiscal o la eliminación de una distorsión del mercado como dar salida al millón de viviendas sin vender. De aquí que se anuncie con 19 meses de antelación: es el tiempo que tienen los españoles que quieran disfrutar aún de esta prebenda tributaria. En cualquier caso, ambos efectos son positivos. Si consigue desatascar el sector, sería un avance para salir de la crisis y conseguir que la construcción vuelva a crear empleo. Respecto al largo plazo, la desaparición de la deducción era una obligación aplazada, pues ha contribuido también a subir injustificadamente los precios.
La otra gran medida positiva de las anunciadas ayer es la rebaja fiscal a las pymes. Una desgravación fiscal para las empresas de menos de 25 trabajadores que facturen por debajo de los cinco millones de euros y que mantengan y creen empleo, hasta final de año. Aquellas que cumplan estas premisas pagarán cinco puntos menos en el impuesto de sociedades. Igualmente, también se beneficiarán en su declaración de la renta los autónomos con empleados que generen o conserven los puestos de trabajo. Es una ayuda que puede contribuir a evitar la destrucción de empleo, aunque la duda es a cuántas empresas llegará. Todo indica que el Gobierno deberá ampliar los límites.
El Gobierno también se ha rendido a la evidencia y por fin ha decidido aprobar ayudas directas a la compra de automóviles. Esta fórmula, reclamada desde estas páginas como una ayuda coyuntural al sector, ha demostrado su valía en Alemania y Francia, por ejemplo, pero también en Navarra, donde ya está en marcha. Teniendo en cuenta los puestos de trabajo que dependen del sector en España, era algo obligatorio. Aun así, sorprende que se haya anunciado sin tener aún el acuerdo con las comunidades autónomas ni con las empresas, que según el plan deben financiar 1.500 de los 2.000 euros de ayuda.
Puede que lo más relevante de las propuestas de Zapatero sea su oferta para negociar la transformación del modelo productivo. Para ello prevé 20.000 millones de euros en dos años y anuncia que remitirá al Parlamento un proyecto de ley para ser debatido con la oposición. Está por ver si esa negociación da frutos. Mariano Rajoy no se mostró ayer proclive, pero la responsabilidad política de unos y otros deberá prevalecer sobre los intereses partidistas.
Mucho más decepcionante es el esquema que maneja el Gobierno para mejorar el sistema educativo. Regalar un ordenador portátil a todos los alumnos de primaria y secundaria es darles una herramienta, pero el foco se debe poner en la mejora de unos conocimientos que sistemáticamente se demuestran insuficientes. El gran pacto que anunció el presidente tampoco parece un intento serio por avanzar en una de las lacras que pesarán más sobre el futuro económico español.
Lo que no dijo Zapatero ayer merece atención especial. Primero, la falta de ese gran pacto de Estado demandado desde diversos foros, incluidos los agentes sociales. Es un error de Gobierno y oposición no sentarse a negociar este acuerdo. Pero lo que más se echó en falta ayer en el discurso del presidente fue la reforma laboral. Tal vez Zapatero considere que implica un recorte de los derechos de los trabajadores, pero no tiene por qué ser así. Sin embargo, la dualidad del mercado entre temporales (más un cuarto de la población asalariada) y el resto de los trabajadores no puede continuar. No es justo socialmente, ni eficiente económicamente. Es de esperar que hoy avance sobre algunas de estas lagunas, en la que no es la menor el futuro modelo energético.