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La opinión del experto
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Vendedores de estatuillas y crisis económica

José Medina explica los tres pilares en los que se asienta la personalidad de un directivo y analiza las consecuencias de una falta generalizada de ética y de valores en la economía y en el libre mercado.

Cuenta Esopo en una de sus fábulas que un vendedor de estatuillas había tallado un Hermes de madera y trataba de venderlo en el mercado. Como no se acercaba ningún comprador comenzó a pregonar que vendía un dios benefactor que proporcionaba grandes ganancias. Uno de los presentes le preguntó entonces: "¡Eh, tú! ¿Por qué lo vendes si tiene tantas virtudes? ¿No te sería mejor que fueses tú mismo el que sacaras provecho de sus beneficios?" A lo que éste respondió: "Yo necesito beneficios rápidos, y este dios los suele proporcionar lentamente".

Parece que el cortoplacismo y la prisa por ganancias inmediatas ya existían en el siglo VI a. C. y quizá desde que el ser humano puebla el mundo. Los sabios dicen que a Dios no hay que pedirle dinero fácil, sino orientaciones, y, una vez descubiertas, trabajarlas con fe y perseverancia. Nuestro pícaro vendedor de estatuillas tenía claro que, para sus fines, era mejor vender al dios mediante argucias que escuchar orientaciones sobre lo que debía hacer.

Salvando distancias y tiempo, la fábula nos trae a colación la sorprendente creatividad financiera mostrada por altos directivos de grandes multinacionales, hasta hace poco considerados "superbanqueros", que han contribuido a generar la crisis global de la que todos tratamos de salir. Antes alabados y ahora denostados, la mayoría enriquecidos y en los mismos puestos o en otros similares y también influyentes, se parecen al vendedor de estatuillas, pero perversamente trasplantados al mundo actual y con dramática desproporción en los resultados de su conducta. La argucia es sustituida por imaginación en el diseño de productos financieros reciclados y de activos tóxicos, todos ellos con fines especulativos. Nada que ver con financiar la actividad productiva. La picaresca se transforma en ocultación de información y falseamiento de resultados. Y el engaño individual, en estafa, robo y delito a gran escala, agrediendo a la sociedad. En un caso se vende al dios como fetiche y en el otro, a la ética y moral como mercancías de trueque.

Hay quienes con su mejor voluntad e intención, piensan que la crisis que estamos por superar es no sólo financiera y económica, sino también de valores y de probable cambio hacia un nuevo paradigma y modelo de economía y de sociedad. ¿Todo será distinto a partir de ahora? Aunque optimista por naturaleza, creo que nuestros abuelos tenían razón al decir que las cosas siempre llevan más tiempo, esfuerzo y dinero de lo que pensamos. Aunque nunca se vuelve al punto de partida, hoy por hoy este mundo sigue poblado por los mismos vendedores de estatuillas que originaron la crisis y que, tras una aparente o fingida reprimenda de los mayores, siguen preparando sus próximas travesuras y fechorías.

El liderazgo y el carácter de cualquier profesional y persona se basan en tres pilares imprescindibles, que han de estar permanentemente presentes. El primero de ellos lo conforman la experiencia y las capacidades. El segundo, las motivaciones y las ambiciones, y el tercero, la ética y los valores personales.

Los tres son soportes necesarios para garantizar la firmeza del edificio. Cuando falla alguno de ellos, aparecen, en orden creciente de gravedad, pícaros vendedores de estatuillas, astutos oportunistas o, en último término, corruptos malvados. Y desaparecen el auténtico liderazgo, la profesionalidad y el carácter.

Una persona con motivos y ambiciones, pero sin capacidades ni ética es un demagogo o vividor. Una persona con capacidades y ética, pero sin motivos, es un tecnócrata. Una con sólo ética y valores, un fallido misionero o buen hombre. Finalmente, una persona con capacidades, experiencia, motivos y ambiciones, pero sin ética ni valores, es un trepador y predador destructivo, que subordina los intereses de la institución y sociedad de las que vive a los suyos propios, y que, en vez de servir al puesto, se sirve del puesto. æpermil;ste, a distancia de los demás, es el más peligroso, pues utiliza sus capacidades para sus fines personales, que justifican cualquier medio para lograrlos. Poco a poco va destruyendo su organización, antes de destruirse a sí mismo.

El fin no sólo no justifica los medios, sino que son precisamente unos medios lícitos los que justifican el fin, decía Albert Camus. El mismo San Agustín también decía que confundir el fin con los medios es una de las mayores aberraciones que los humanos pueden cometer.

Ya hemos visto las consecuencias de la codicia en que ha culminado el ambicioso liderazgo de muchos altos directivos y hasta de cargos públicos que eran juez y parte del sistema. El sano logro se transforma en ambición desmedida cuando se olvidan los medios lícitos, la ética y los valores. Son los valores, principios y leyes de una sociedad los que deben regir las reglas e instrumentos de la economía y del libre mercado, y no al revés, como a veces parece ocurrir.

José Medina. Presidente de Odgers Berndtson Iberia

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