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Columna
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Pensamiento febril en la Bolsa

Imaginemos que la fiebre porcina hubiera estallado el 9 de marzo. Una emergencia sanitaria probablemente habría arrojado a los mercados bursátiles -entonces en mínimos de 10 años- hacia una rotunda hecatombe. Pero dos meses después, a los inversores no parece importarles. Y aunque no se acatarran exponiéndose a activos de alto riesgo, se medicarán con dosis de acciones ligadas a las materias primas y países emergentes. Más seguras.

Los inversores pasaron por alto las cifras -peor de lo esperado- del PIB de EE UU, centrándose en una ralentización en la contracción de los préstamos bancarios en la eurozona, sin retroceder ante la propia contracción. Incluso la bancarrota de Chrysler ha encontrado un giro positivo: se ha levantado la incertidumbre.

Cuando las malas noticias son inequívocas -un enorme incremento en el desempleo en la eurozona, confirmación de que los precios de la vivienda en Reino Unido están todavía cayendo-, simplemente son ignoradas.

Los ahorradores parecen tomar una medicina que levanta el ánimo. Y en cierto sentido es así. Los Gobiernos y los bancos centrales han estado emitiendo vastas cantidades de un estimulante -el dinero barato- que consigue que los inversores y los mercados suban. Algo de la liquidez creada por los tipos de interés oficiales cercanos al cero, una eficaz financiación ilimitada para bancos y enormes déficits fiscales están ciertamente influyendo en los mercados financieros.

La confianza hace a consumidores y compañías más propensos a gastar e invertir. También, la liquidez debe aliviar la estrechez financiera, incrementando el suministro de crédito para el comercio y los inventarios.

La cura está funcionando tan bien que es tentador creer que las compuertas monetarias deberían permanecer abiertas para siempre. Pero hay una razón por lo que estas políticas deben ser excepcionales. Tendrán probablemente efectos adversos -inflación más alta si el dinero se mantiene barato por mucho tiempo, u otras estrecheces cuando el tipo de interés y los impuestos suban demasiado rápidos-.

La medicina monetaria está todavía haciendo su efecto. Además, aún queda por combatir lo esencial de la infección: el desfase entre el nivel de producción y el de consumo. Una larga y penosa recesión puede provocar el ajuste. Y los mercados quizá sigan a la economía en lugar de al dinero.

Edward Hadas

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