Un presupuesto de fantasía
La tarea de Alistair Darling era intimidar lo suficiente como para dar pena. El Chancellor of the Exchequer tenía que reasegurar a los inversores que el Reino Unido no se está estropeando, pero hacerlo sin tomar demasiado dinero ni de los ya asediados contribuyentes ni de una economía en profunda recesión. Su respuesta fue algo fantasiosa.
El Reino Unido no estaba dañado, simplemente era un país que se enfrentaba a un enorme déficit fiscal, en el que la deuda pública se duplicaría en pocos años y en el que había que hacer algo al respecto. En vez de eso, Gran Bretaña sólo se había tropezado temporalmente, y pronto estaría corriendo de nuevo.
La fantasía lo abarcaba todo: tanto la visión general como las proyecciones detalladas. Ni se mencionaba la gran burbuja inmobiliaria o el déficit fiscal que la mayoría de economistas verían como parcialmente estructural. En vez de ello, la situación se presentó como parte de la epidemia global. El Reino Unido era 'fuerte' y estaba 'lleno de confianza', más incluso que Alemania o Japón.
Darling no ofreció una explicación sensata de cómo se puede reducir el déficit. Actuó como un fantasioso, presentando noticias terribles y fingiendo que no tenía importancia.
Después de los 175.000 millones de libras de déficit viene sólo una simbólica reducción del déficit de 2.000 millones de libras en 2010. Y dentro de dos años, en el ejercicio fiscal 2011-2012, Darling espera que el Gobierno pida prestado 118.000 millones de libras, el 9% del PIB. Para 2013-2014, la deuda neta del sector público habrá duplicado los niveles previos a la recesión, hasta el 79% del PIB.
Este terrible colapso es el producto de una imaginación optimista. Darling ve una economía que comienza a crecer otra vez este año. Para 2011, el crecimiento del PIB podría dar un salto hasta una tasa del 3,5%, seguido por años de una fuerte tendencia del crecimiento del 2,75%. Cuesta cuadrar tanto optimismo con una economía que acaba de sufrir un duro golpe financiero. Darling proyecta años de bajo antiestímulo: el Gobierno recortará sus gastos y elevará los impuestos, llegando hasta un 0,8% anual del PIB.
¿Importan las fantasías del Gobierno? El problema es que los enormes déficits obligan a vender enormes cantidades de deuda. Esto requiere de inversores que estén dispuestos a comprar. Si los inversores extranjeros, en particular, se asustan, la ya débil libra caerá en picado. Londres corre el riesgo de quedarse imprimiendo dinero para cubrir su déficit, y de encaminarse hacia la ruina inflacionista.
Fantasear está bien para los niños, pero el Gobierno se enfrenta a un problema fiscal que requiere una respuesta adulta. Este presupuesto no lo es. El vuelo de fantasía del Gobierno puede acabar en un choque sangriento con la realidad.
Por Ian Campbell.