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Columna
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Terapia fiscal para China

El crecimiento trimestral más bajo de China desde 1992 es motivo de una silenciosa confianza. No sólo porque un crecimiento del 6,1% continúa superando al del resto del mundo. Hay señales de que las medidas de estímulo por valor de 585.000 millones de dólares del premier Wen Jiabao están surgiendo efecto. El problema ahora no es la eficacia de la medicina, sino la severidad de sus efectos secundarios.

Los datos del PIB no dicen mucho por sí solos. Reflejan lo que fue, no lo que es, y en el caso chino, su fiabilidad es siempre cuestionable. Pero el flujo de datos estadísticos es esperanzador. La inversión subió hasta el 30% en el trimestre, y las ventas minoristas aumentaron un 15%. æpermil;stas son las cosas que tenían que estimular las medidas de Jiabao. Las exportaciones cayeron, pero marzo fue mejor que febrero.

Esto indica que China ha tocado fondo. Con todo, inyectar liquidez no es una actividad cualquiera. El crecimiento de la masa monetaria, medida por el indicador M2, aumentó un 25% ya que los bancos prestaron más. El problema es que no todo el dinero va a donde debería. Los precios de consumo están bajando, pero las acciones suben y las transacciones inmobiliarias se han reanimado.

Esto puede comportar el principio de una fiebre especulativa. Hasta un 40% del dinero prestado podría dedicarse a inversiones bursátiles o a propiedades, según Credit Suisse. Pekín puede haber curado algunas de sus enfermedades, pero la inflación se perfila como el efecto secundario más posible.

Pero poner dinero en manos de los consumidores no implica necesariamente un mayor gasto. La reforma de la seguridad social y de las pensiones son la clave para hacer que los chinos saquen su dinero del colchón. Por ahora, China es simplemente el menos enfermo de los pacientes del hospital.

Por John Foley

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