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Tribuna
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Las cajas sí que pueden venderse

En cualquier reunión se acaba indefectiblemente hablando de la crisis. Así, rodando en distendida cháchara, coincidí con el economista Rafael Vilaplana. Tras debatir sobre ángeles y meigas, caímos en lo de cortar el gasto público, disminuir unos impuestos y tal vez incrementar otros. Hete aquí que abordando el respaldo con el que nuestro desconcertado Gobierno está proveyendo de avales y liquidez a bancos y cajas, alguien terció con la monserga de que las cajas pueden comprar bancos, pero los bancos no pueden comprar cajas.

En este punto Rafael Vilaplana, experto en fusiones y adquisiciones, saltó como un león al acecho: 'No es verdad, los bancos sí pueden comprar cajas de ahorros'. Cuerpo a tierra y todos los ojos de par en par.

Y nos desgranó toda una teoría que empezaba diciendo que en este mundo todo se compra y todo se vende. Que una caja coloque el letrero de se vende y verá cómo le podrán surgir pretendientes, con continuidad o no, de su personalidad jurídica. Las cajas de ahorros no tienen accionistas, pero despliegan una actividad mercantil, con sus puntos de venta, clientes, fondo de comercio, y eso, digan lo que digan, sí que puede venderse.

Ahora elucubro yo. ¿Eso cómo se cocina? Indudablemente que una parte de una caja puede venderse. Pueden venderse un cierto número de oficinas, ya que lo que en ese caso se vendería sería el activo y el pasivo de éstas, y en tal caso no se vulneraría ninguno de sus principios constituyentes, ya que la restante parte conservaría intacta su personalidad jurídica. ¿Y si se vende la caja de ahorros entera? Pues lo mismo. La caja no tiene accionistas-propietarios por lo que a su valor en euros, de conformidad con leyes que las rigen, éstas le tendrán fijado su destino, y en todo caso puede acordarse, entre otras alternativas, el constituir una fundación.

¿Cuál es pues el impedimento? Las cajas de ahorros en su nacimiento eran entidades privadas, mas con la entrada en sus órganos de gobierno de los políticos, se las ha convertido en entes públicos o parapúblicos. He ahí el obstáculo: los políticos. La voluntad de los políticos; todos quieren tener a sus órdenes una caja.

Para que exista compraventa se ha de dar una confluencia de voluntades, como decían los romanos emptio consensu peragitur. Podría pensarse que con su venta se traicionaría la voluntad de sus fundadores, que precisamente las crearon como contrapeso a los bancos, pues su finalidad era favorecer a las clases más humildes, así su clientela ha estado integrada por los estamentos más modestos de la sociedad. Ello hasta que invadieron todo el espectro de la operativa mercantil y se convirtieron en agresivas competidoras de los bancos.

Luego si en realidad se han transformado en verdaderos bancos, si la obligada cuota para obra social la dedican a lo que mandan los prebostes y gerifaltes políticos de turno, ¿dónde queda la voluntad de sus promotores? ¿No será, pues, cuestión de preguntarse si, asimismo, en más de una fusión no se está claramente traicionando la voluntad y la intención de sus fundadores?

Luego dejémonos de mandangas. Si dos quieren uno vende y otro compra. Si una caja quiere puede venderse, falta que ponga el cartel de se vende.

Eduardo Segura Espí. Abogado

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