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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Esfuerzo político contra la dificultad económica

Poco más de lo filtrado a los medios el domingo contenía el ajuste del Consejo de Ministros que ayer ejecutó José Luis Rodríguez Zapatero. Tres vicepresidencias, fortalecimiento político del núcleo duro del Ejecutivo con más presencia de los pesos pesados de Ferraz en Moncloa y discreción en Economía y Hacienda. Los cambios desvelados ayer aportan pocos elementos nuevos, salvo la presencia de un perfil más político en Sanidad, que asume las políticas sociales que más aroma electoral contienen. El giro dota al Gobierno de un renovado impulso político para superar ante la opinión pública las dificultades que la economía ha generado y que pueden poner en peligro el crédito electoral de su presidente. El área económica, aunque conserva la vicepresidencia y unificados los contenidos de la política económica y de la Hacienda, tendrá un carácter más técnico y subsidiario, por muchos cometidos que el presidente haya puesto en manos de Elena Salgado, la designada para llevar las riendas de una economía cuya prosperidad de los catorce últimos años han conducido Rodrigo Rato y Pedro Solbes.

El sesgo operado en la composición del equipo revela que Zapatero se ha equivocado en el pasado, deshaciendo ahora lo hecho antes. Pero también que ha detectado buena parte de las dificultades que encarna gobernar con debilidad parlamentaria y con muy generosas dosis de poder en manos de una estructura territorial de sensibilidades ajenas al PSOE. De ahí que los recursos destinados al diálogo con las demás fuerzas políticas en el Parlamento y en los territorios sean más abundantes que nunca. Las dos vicepresidencias políticas, la que ocupa desde hace cinco años María Teresa Fernández de la Vega y la que desde hoy ocupará Manuel Chaves, van encaminadas al entendimiento político para hacer prevalecer el consenso y la contribución ajena en tiempos de dificultad.

El cambio también incorpora el giro político genérico de colocar a los hombres con más poder en el PSOE en los puestos de mando de La Moncloa y de los ministerios con más capacidad de gasto y proyección social, como Fomento (José Blanco) y Sanidad y Política Social (Trinidad Jiménez), aquellos que en términos electorales, bien gestionados, pueden sumar más que restar. Pero también en tales designaciones está implícita la señal de por dónde irán los mayores desembolsos del gasto público, con la inversión en infraestructuras y las políticas sociales como ejes presupuestarios de culto sagrado.

Pero la economía merece más atención. Sin cuestionar 'la eficacia en la gestión, la visión amplia de los problemas y las respuestas clarificadoras' que Zapatero atribuye a Salgado, y sin menospreciar la certeza de que Economía y Hacienda conserva una vicepresidencia, da la impresión de que ha perdido presencia en la ruta del Gobierno, por más que la agenda diga cada día que la pérdida de producción y de empleo es el principal problema que tiene España por delante. La presencia de Pedro Solbes en el Gobierno era una garantía de buena administración en las finanzas, de conocimiento de los resortes de la Unión Europea, donde había sido comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, y de defensa de las reformas precisas para recuperar un crecimiento potencial más generoso cuando se supere la crisis. En su última entrevista como ministro, precisamente con CincoDías, detalló qué reformas hay que hacer sin falta para evitar que España siga destruyendo empleo de forma dramática en tiempos de depresión, mientras otros países conservan la mayoría de sus puestos de trabajo.

Seguramente Elena Salgado hará valer con similar vehemencia la necesidad de reformas para culminar con otro modelo productivo la transformación que precisa la economía. Pero su fortaleza política se antoja más limitada para frenar buena parte de las iniciativas que demandan determinados sectores productivos, o incluso aquellas del propio presidente del Gobierno que generan gastos con poco recorrido productivo y ponen en riesgo los objetivos de estabilidad fiscal, a los que España debe volver más pronto que tarde si quiere recuperar el crédito financiero internacional. Mantener en su puesto a los segundos niveles de Economía y Hacienda, en los que la eficacia ha sido probada, sería la primera decisión que ayudaría a Salgado a consolidarse en su responsabilidad.

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