La telecrisis
La foto era magnífica, por deseada y lograda. Ponía fin a cinco años de desencuentros y principio a “una gran amistad”. Pero ha tenido que competir con lo más gordo que en el campo administrativo puede pasar en medio de una legislatura, una crisis de Gobierno que afecta a su núcleo duro: la telecrisis, también conocida como la crisis turca.
La tarde del Domingo de Ramos el presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, estaba todavía volando desde la Praga de la fotocumbre con Obama al Estambul de Erdogan y la Alianza de las Civilizaciones, cuando en Madrid las costuras no aguantaron más… No fue una filtración, fue un desbordamiento.
Así que proceden dos preguntas:
Primera: ¿A quién le interesa que salte la crisis con el presidente a 3.000 kilómetros del país?
Segunda: ¿A quién le interesa que salte la crisis con el presidente a 3.000 kilómetros del país?
Y podrían ser cien preguntas, pero siempre sería la misma. Es la que siempre hay que hacerse: qui prodest, que por cierto también se entiende como qui bono.
Bastó ver el semblante de Zapatero al comienzo de la rueda de prensa en Estambul y su respuesta a la primera pregunta, sobre la crisis de Gobierno: “Cada uno es libre de dar la información que quiera…Y veremos si se acierta o no”. Alguien le ha cambiado el paso al presidente. Controlar los tiempos en política es clave, dominar la agenda es decisivo. Pero a ninguna ficha le gusta ser la sacrificada.
Ayer, Zapatero se entretuvo y llegó tarde a la foto de familia de la reunión de la Alianza de las Civilizaciones…Hubo que repetir la instantánea. Es lo que ocurre cuando uno se despista: se precipitan los tiempos.
En un mundo telemático, una telecrisis como la conocida el domingo no tiene por qué sorprender. Lo malo es que, una vez perdido el efecto sorpresa, se intente buscar otro con el argumento de “ahora os vais a enterar”. Esto no quiere decir, sin embargo, que no haya que esperar más (u otros) cambios que los conocidos hasta ahora.