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Hacia un nuevo orden económico internacional
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El G-20 pone las bases que hay que desarrollar

Los líderes mundiales reunidos en Londres en el G-20 consiguieron dar ayer una imagen de compromiso a pesar de las diferencias de partida. Y aunque era de esperar que todos calificasen de éxito la cumbre, a tenor de lo finalmente aprobado parecen justificadas ciertas dosis de optimismo. Es cierto que podrían haber ido mucho más lejos, pero también que se han conseguido desatascar medidas concretas, lo que supone un avance respecto al encuentro del pasado noviembre en Washington. Además, todas las delegaciones han colmado en parte sus aspiraciones, por lo que aparentemente no hay ni vencedores ni vencidos.

En el campo de la regulación financiera, franceses y alemanes se declararon satisfechos con los acuerdos que amplían la cooperación internacional, aseguran el control sobre las entidades y ofrecen mayor transparencia. El primer ministro británico, Gordon Brown, resumió certeramente el futuro, al menos sobre el papel: 'Sacaremos a la luz toda la parte del mercado financiero que estaba en la sombra'. Con tal fin, el G-20 ha suscrito el compromiso de que todos los grandes mercados -incluido EE UU, de donde han venido muchos de los males que han desencadenado esta recesión mundial- regularán los hedge funds, demonizados como uno de los instrumentos financieros de menor control y mayor riesgo. Pero el compromiso tiene que desarrollarse en cada país, por lo que habrá que estar muy vigilantes para ver cómo van surgiendo en los diversos mercados los instrumentos que los regulen y supervisen.

Europa, con Alemania y Francia a la cabeza, también suma en su haber un compromiso para combatir los paraísos fiscales. Finalmente, el pacto es que la OCDE publicará inmediatamente el listado de los territorios considerados paraísos fiscales o que, simplemente, no colaboran en la lucha contra el fraude.

El presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, se mostró exultante con este compromiso y consideró que se trata del 'principio del fin de los paraísos fiscales'. El gobernante español ha jugado un notable papel en la cumbre, sirviendo de enlace cuando las posiciones de los grandes pesos pesados de la reunión de Londres parecían más enfrentadas.

Pero quizá el acuerdo más potente en la regulación de los mercados sea la transformación del Foro de Estabilidad Financiera (FSF) en un Consejo de Estabilidad, un órgano de coordinación financiera mundial en el que estará España. El nuevo organismo se ha de convertir en la práctica en el gendarme financiero planetario, y detectar y denunciar cualquier riesgo en el sistema.

Los grandes titulares de la cumbre los van a acaparar las inyecciones de fondos aprobadas en Londres. Americanos y británicos obtuvieron una partida de 1,1 billones de dólares para esgrimir ante sus electorados. De tan ingente cifra, 750.000 millones se los quedará un FMI reforzado que triplica sus actuales fondos. Tan extraordinaria ampliación genera recelos, más que justificados, sobre la estabilidad de algún país emergente, no en vano se aprueban para hacer frente a bancarrotas nacionales. Otros 100.000 millones se los repartirán los bancos de desarrollo regional, en una prueba de cómo EE UU retorna al multilateralismo.

El comercio internacional ha sido, de las tres patas, la peor parada. Ante la imposibilidad de relanzar la devaluada Cumbre de Doha de la OMC, se aprobaron 250.000 millones de dólares bajo el vago epígrafe de apoyos al crédito a la exportación o agencias de inversión. Como en el resto de los acuerdos, habrá que esperar a ver en qué terminan.

Porque Londres no podía dar más de sí. No se trataba de una batería detallada de reformas de aplicación inmediata. La reforma de los mercados tardará tiempo en funcionar. Pero el G-20 ha puesto cimientos políticos para los cambios y ha dado al mundo una inyección de confianza que se manifestó en los mercados. Ahora corresponde a los expertos dar forma al nuevo modelo. Para ello, al contrario de lo que ocurrió tras la recesión de los años treinta, los líderes no han intentado proteger sólo a los ciudadanos de su propio país. Y eso es ya un gran éxito.

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