Neutralizar riesgos sistémicos
La gestión de la crisis se ha centrado hasta ahora en evitar el hundimiento del sistema financiero internacional. Aunque necesaria, esta estrategia ha eclipsado el objetivo de reconstruir, a largo plazo, los mercados financieros para hacerlos más eficaces y competitivos. Ciertos principios fundamentales, como la prevención del riesgo moral, el respeto de las reglas de libre competencia o la sostenibilidad de los déficits públicos han sido relegados a un segundo plano por las exigencias inmediatas de la economía. Por otro lado, los diversos planes de rescate anunciados han privilegiado las consideraciones de orden interno, en detrimento de la cooperación internacional y olvidando el riego de efectos colaterales perversos a medio plazo.
¡Ya es hora de darse cuenta! Dichos efectos colaterales decidirán nuestro lugar en el nuevo orden económico mundial. Tarde o temprano la crisis terminará, dando paso a una nueva arquitectura económica y, con ella, nuevos ganadores y perdedores. La globalización ha permitido a los países emergentes unirse a los industrializados en el club de las grandes potencias económicas. Después de siglos de incontestable liderazgo, Occidente ya no es el único en pilotar la economía mundial. En la poscrisis, el principal riesgo consistirá en que nos quiten el volante o incluso nos obliguen a apearnos. Por ello, precisamente ahora (con motivo del G-20 de Londres y los próximos Consejos Europeos), es fundamental tomar medidas que nos garanticen, en este sentido, un papel destacado durante las próximas décadas.
El Consejo de Cooperación Económica, que yo presido, reúne (bajo el patrocinio permanente de los Gobiernos francés, italiano, español y portugués) a dirigentes de los principales grupos económicos del arco latino. Desde septiembre de 2008 hemos trabajado en la definición de una estrategia para reimpulsar nuestra economía, llegando a la conclusión de que es urgente actuar en las tres direcciones siguientes: restablecer cuanto antes los principios inherentes a una economía sana; asegurar la coherencia de las medidas actuales con la gestión del periodo de poscrisis, y conciliar estas decisiones con la estrategia europea de competitividad.
Con respecto al primero de estos objetivos, existen tres ideas clave que, a nuestro entender, deberían orientar la toma de decisión. Primeramente, reafirmar el carácter temporal y reversible de los bail-outs y los instrumentos no convencionales de política monetaria. En segundo lugar, basar el nuevo sistema financiero en criterios anticíclicos, en particular en lo referente a: normas contables, regulación y supervisión bancarias y políticas presupuestarias y monetarias. Finalmente, favorecer la convergencia internacional, a fin de evitar las distorsiones de competencia y los fenómenos de free-riding que pueden derivarse de una coordinación insuficiente.
En cuanto al segundo objetivo, es necesario evaluar los efectos colaterales que las medidas de estímulo podrían generar en la poscrisis. El aumento de la deuda pública y la adopción de la política monetaria pudorosamente designada como relajación cuantitativa (quantitative easing) auguran, a medio plazo, un descenso generalizado del poder adquisitivo en razón de las subidas de impuestos y, en último término, la vuelta a la inflación. Para volver al funcionamiento normal de los mercados monetarios y financieros y corregir los desequilibrios internacionales, consideramos indispensable renovar los mecanismos de control, definir un calendario de regreso al equilibrio presupuestario (Pacto de Estabilidad y Crecimiento), coordinar la acción de los bancos centrales para absorber progresivamente el exceso de liquidez y, finalmente, reforzar las prerrogativas del Fondo Monetario Internacional y el Foro de Estabilidad Financiera.
En lo referente a la política europea de competitividad, es esencial concebir una verdadera estrategia industrial, concentrando las ayudas públicas en sectores que permitan a la economía conservar o desarrollar una ventaja competitiva durable (y adoptando paralelamente medidas sociales en los demás sectores). Actuar de otro modo supondría una doble derrota: una ahora, no dando su oportunidad a los sectores con más porvenir, y otra en la poscrisis, consistente en una irremediable deslocalización de las actividades no competitivas. Puesto que el marco nacional ha demostrado ser inadecuado para hacer frente a una crisis global, será preciso reforzar la gobernanza a nivel europeo. Esto requiere unas instituciones más fuertes, un mercado más integrado y abierto y, por último, un proyecto de futuro para la Europa de poscrisis. Mientras que el presidente Obama elabora un proyecto semejante para EE UU, entre nosotros reina todavía un silencio atronador.
La cumbre constituye una oportunidad de aunar esfuerzos para reconstruir la economía mundial con una base sana. Esperemos que los jefes de Estado y de Gobierno participantes no la desperdicien.
Andrea Canino. Presidente del Consejo de Cooperación Económica