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Columna
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Un final feliz para Total en Cepsa

Emilio Botín se ha ganado una reputación por sus inteligentes decisiones de inversión. Pero Cepsa no ha sido precisamente uno de los aciertos del presidente del banco español.

Santander posee una parte de la compañía petrolera española desde 1990. En 2003, el banco entró en colisión con Total, la gran petrolera francesa que controla el 48,8% de Cepsa, cuando lanzó por sorpresa una opa parcial con la esperanza de que Total se quedase con su participación. Pero no funcionó, y entonces Santander puso en venta sus acciones, con la pretensión de obtener 50 euros por cada una. No tuvo suerte.

Ahora ha colocado su paquete accionarial a la compañía de inversión petrolera internacional de Abu Dhabi. IPIC, que ya posee un 9,5% del capital de Cepsa, ha pagado 33 euros, en total 2.800 millones de euros.

Santander podría haber obtenido un mayor precio hace un par de años si no hubiese sido tan ambiciosa. La recesión ha recortado los ingresos en refino y productos petroquímicos a casi la mitad. Aún así, Santander ha conseguido un precio decente de IPIC, su comprador natural. Supone una prima del 10% sobre el sector en referencia al EV/Ebit, según Natixis. La venta no tendrá ningún impacto en las cuentas de Santander puesto que la participación ya estaba valorada en su balance a 33 euros la acción.

Por su parte, IPIC gana peso en una compañía donde ha mantenido una participación minoritaria durante más de 20 años. Conoce bien a Cepsa y también a Total, máxime porque la petrolera francesa tiene varias inversiones en Abu Dhabi. IPIC también ha comprado el 5% en manos de Unión Fenosa, sumando un capital total del 47%.

Pero el ganador real de este culebrón ha sido Total. IPIC debería ser un socio más amistoso que Santander, con el que se enfrentó en la corte de arbitraje tras la opa parcial del banco español. Además, puesto que es un socio eminentemente financiero, la francesa se quedará con el control efectivo de Cepsa con menos del 50% del capital. Para la petrolera gala, es el mejor de los desenlaces posibles.

Por Fiona Maharg-Bravo

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