Los retos que afronta el G-20
Errores en la medición e información del riesgo, inadecuada integración de su gestión en el negocio financiero, falta de experiencia en los responsables de su control, inconsistencia de la regulación internacional, marco contable inadecuado, falta de transparencia, estructuras de incentivos y remuneraciones no apropiadas, etc. Muchas son las razones que nos han llevado a la actual situación de crisis económica global. En este entorno, la actuación de los ministros de finanzas y bancos centrales de 19 países y la UE, el G-20, ha sido y es trascendental. El ánimo del G-20 es, sin duda, el conductor de las reformas necesarias que consigan robustecer los mercados financieros y los marcos regulatorios, evitando a futuro una crisis como la actual.
El G-20 está llamado a ser la institución que lidere y coordine los futuros contenidos regulatorios internacionales a costa, entre otros, de la pérdida de relevancia de comités como el de Basilea. La reunión del G-20 en Washington del pasado 15 de noviembre de 2008 estableció como principios para la reforma el fortalecimiento de la trasparencia y la regulación, la revisión del marco contable, la vuelta al principio de prudencia, la promoción de la gestión del riesgo y de la integridad en los negocios, el refuerzo de la cooperación internacional y la reforma de las instituciones financieras internacionales.
El próximo 2 de abril, en Londres, el G-20 revisará el proceso de implementación de estos principios. ¿Qué se espera de esta nueva reunión? Tres deben ser los objetivos fundamentales a alcanzar: buscar la estabilización de los mercados financieros para ayudar a empresas y a particulares a atravesar el periodo de crisis, restablecer la confianza en los mercados y situar a la economía global en el camino de un crecimiento sostenible.
Para ello, es imprescindible conseguir poner freno inmediato a una recesión severa, vigilar la aparición de la tan temida deflación, potenciar el sector bancario y luchar contra el proteccionismo.
Nada de esto se podrá conseguir sin una acción tendente a establecer una regulación financiera reformada e internacionalmente coordinada. Requerirá el trabajo conjunto de los reguladores internacionales para acordar los pasos que hay que dar en la consecución de un nuevo marco de gobierno corporativo y de gestión del riesgo en las entidades financieras y en la obtención de una regulación prudente en la que se requiera a las entidades la constitución de fondos de recursos en los buenos tiempos.
Difícil cuestión a resolver es la de la transición hacia el nuevo marco. Cómo evolucionar hacia nuevos estándares sin dañar la transparencia y la consistencia. En definitiva, asegurar que la regulación esté mejor preparada para afrontar situaciones de crisis profundas, fijar una hoja de ruta para conseguir ensamblar mejor los objetivos financieros de las entidades y la estabilidad macroeconómica deberían ser el norte de la próxima reunión del G-20.
Javier Muñoz Neira. Socio responsable del Sector Financiero de KPMG en España