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A fondo

La crisis reedita la guerra del cemento

Los sofocos económicos que agobian al negocio de la construcción están a punto de reanimar uno de los enfrentamientos históricos del sector en España: el de los productores de cemento contra los importadores. Dos frentes irreconciliables que aparcaron rencillas mientras la máquina funcionó a pleno rendimiento, pero el parón de la edificación residencial ha motivado que la demanda de cemento caiga a la mitad y que se encone la pelea por cada tonelada que pide el mercado.

El hacha de guerra asoma porque los fabricantes presentes en España, agrupados en la patronal Oficemen, se sienten en inferioridad de condiciones para competir en precio contra firmas que adquieren el cemento o el clinker (materia intermedia en la elaboración del cemento) en países como China, Egipto o Filipinas, donde los controles y exigencias sobre el producto y el cuidado del medio ambiente son inferiores a las que están en uso en España.

Para evitar esa desventaja que denuncian han arrancado toda una campaña de presión. La patronal se ha dirigido a Sanidad para pedir análisis de muestras que sienten las bases de la correcta composición del cemento, especialmente en cuanto al contenido de cromo, y se traslade a las comunidades autónomas para que se cumpla al pie de la letra la normativa. Además ha iniciado un trabajo de concienciación entre grandes constructoras para que entiendan las ventajas del cemento made in Spain y van a recomendar a la Administración inspecciones para pedir responsabilidad a quienes usen materiales que no estén a la altura.

Oficemen demanda mayores exigencias de calidad sobre el cemento importado

La versión de Oficemen, que defiende los intereses de grandes jugadores del sector como Portland, Lafarge, Cemex y Holcim, es que la vigilancia a la que están sujetas sus compañías por poner en marcha los hornos son muy superiores a las que soportan otros en Asia o el norte de África, por lo que aseguran que consiguen productos más regulares en textura, estabilidad del color, resistencia, durabilidad, etcétera. Este colectivo está de acuerdo en que es necesario velar por mejorar día a día las prestaciones de su mercancía y reducir el impacto del CO2 en la atmósfera, pero no comulga con que haya cemento hecho, según su versión, con menos cautelas.

Acusaciones de oligopolio

Los importadores son principalmente moliendas que pulverizan el clinker, lo mezclan con aditivos y lo convierten en cemento sin necesidad de que funcione el horno. Otros sencillamente actúan como centrales de compras en un país de extraordinaria demanda como ha sido España. Adquieren centenares de toneladas en el exterior y las revenden con los márgenes de rentabilidad que se desprenden de no precisar maquinaria ni grandes equipos humanos. Ambos han encontrado una ventaja competitiva en la caída de los fletes marítimos derivada de la rebaja en el precio del combustible y la contracción del transporte mundial de mercancías. Así, resulta más rentable traer el clinker que comprarlo en casa.

Aseince, patronal que engloba a más de una veintena de importadores, viene criticando durante los últimos años el acoso de los grandes fabricantes, a quienes ha acusado en muy distintas ocasiones de actuar como un oligopolio. Argumentan que tanto el cemento como el clinker que comercializan es de calidad y que cumplen con la normativa española. Su postura, en resumen, es que Oficemen trata de controlar la producción, distribución e importación. Y su petición -ya que también se sienten en desventaja- es que el Gobierno garantice un entorno de libre comercio.

La guerra está servida y el campo de batalla es un mercado que se estrecha mes a mes. España demandó 54,2 millones de toneladas de cemento en el año récord 2007. Estalló la burbuja inmobiliaria y las ventas domésticas cayeron un 23,7% en 2008, hasta los 41,3 millones de toneladas. Y para este año, fuentes del sector aseguran que, 'con suerte', se alcanzarán los 33 millones de toneladas, lo que supone volver a volúmenes de 1998.

Los últimos datos ofrecidos por la Dirección General de Aduanas, indican que en 2008 entraron 1,74 millones de toneladas de cemento en España y 5,3 millones de toneladas de clinker. En total, siete millones de toneladas o el 17% del consumo español.

Mientras la industria no daba abasto por el boom de la construcción apenas se vivieron escaramuzas entre ambos frentes. Hoy, con las 37 fábricas españolas con excedentes de clinker, suenan a interesadas las críticas de Oficemen a otras compañías españolas que compran materia prima en el exterior. Pero independientemente de eso, si existen garantes como el marcado CE, la Instrucción para la Recepción de Cementos RC-07, la Instrucción de Hormigón Estructural (EHE-08), o el sello voluntario N de Aenor, el Gobierno debe velar por su cumplimiento independientemente de la procedencia del cemento o de las condiciones del mercado. Está en juego la competencia entre empresas y, más importante, la salud de los trabajadores que lo manipulan y la seguridad de las infraestructuras y edificios.

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