Un nuevo modelo productivo para España
No parece haber duda de que nos encontramos ante una crisis económica global que se ha extendido a todo el mundo a través del sistema financiero. Por la misma razón, parece que se está de acuerdo en que a la crisis hay que darle una salida también global, en la que participen todos los países y cuyos efectos se trasladen también a todos ellos.
No obstante, la situación de partida no es la misma para todas las áreas económicas existentes, ni para todos los países. En este sentido, España se encuentra con problemas específicos que agravan su situación, como resultado tanto de situaciones crónicas, como es el sector industrial que sigue basándose en intensidad del factor trabajo, predominio de sectores de demanda media y baja, reducida capacidad de innovación, reducido número de grandes empresas realmente internacionales, etcétera, como de un crecimiento desmesurado del sector de la construcción residencial que, cuando ha estallado la burbuja, ha venido a complicar aún más la situación. A lo anterior se añade una menor productividad, un menor peso específico de la industria sobre el global de la economía española y una reducción en la obtención de valor añadido en los últimos años.
Esta situación coincide con un importante cambio en los fundamentos del modelo productivo que había caracterizado las economías desarrolladas en el último cuarto de siglo, con comportamientos como la deslocalización productiva, la globalización de las cadenas de fabricación, el incremento de los flujos financieros, la extensión de internet, las divergencias entre el crecimiento de los mercados y de las producciones dentro de los países, la aparición de nuevos países en la esfera internacional, etcétera.
En estos momentos es imprescindible diseñar con claridad una hoja de ruta para llevar a cabo un cambio radical en la política industrial que se plantee como objetivo finalista armonizar la relevancia económica de la industria española con la Unión Europea. En el horizonte 2015 la industria en España debería aportar como mínimo el 20,3% del PIB, en línea con la media de la zona euro. Debemos ser conscientes de que la armonización total de la renta per cápita del país con la Unión Europea será difícil de alcanzar sin una verdadera armonización industrial.
El cambio que se propone debe sustentarse en la innovación tecnológica, tanto de producto como de proceso, así como la innovación no tecnológica, el conocimiento, impulsando la contribución de valor añadido por parte del capital humano, la internacionalización de las empresas de cualquier tamaño, fomentando iniciativas creadoras que ayuden a crear multinacionales españolas de cualquier dimensión y la sostenibilidad, que suponga no despilfarrar los recursos disponibles y garantizar el acceso a ellos en buenas condiciones de cantidad y de coste, así como alcanzar una mayor eficiencia en el uso de las materias primas y de la energía, respetando, en todo momento, el medio ambiente.
Por otra parte, es preciso un nuevo enfoque de política industrial con dos dimensiones. De un lado, que se base en una visión horizontal. Pero, al mismo tiempo, y sin caer en actuaciones intervencionistas selectivas, que también tenga en cuenta la situación de los diversos sectores y la posibilidad de recurrir a instrumentos de política fiscal, de regulación y de otra índole, que estén convenientemente alineados con el modelo que se persigue y que, a la vez, sean coherentes con otras políticas gubernamentales.
En consecuencia, es necesario un equilibrio entre la creación de condiciones marco y de entorno, de un lado, y la intervención directa sobre la transformación de los sectores y los cambios de la industria, de otro, sin olvidar la urgencia de medidas de choque ante la coyuntura actual. En todo ello cabe tener presente que la iniciativa ha de estar en manos de las empresas y que el sector público debe dar apoyo, facilitar las condiciones marco y ayudar a las empresas en su proceso de adaptación al nuevo modelo industrial.
El cambio de modelo productivo para España es un reto y una necesidad que el Gobierno, los agentes económicos implicados y la sociedad en general deben implicarse urgentemente en el cambio y aprovechar estos momentos de crisis para hacer realidad la tan mencionada máxima de que los tiempos de crisis son también tiempos de oportunidades.
Valentí Pich Rosell. Presidente del consejo general de colegios de economistas