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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La recesión amenaza con deflación

El índice de precios al consumo (IPC) se ha colocado en febrero en el 0,7%, una tasa insólita para una economía crónicamente inflacionista como la española. Sólo quienes superan de sobra los cuarenta años de edad han conocido un IPC tan bajo. Además, la inflación subyacente -que excluye la energía y los alimentos frescos- también está en mínimos históricos, con un 1,6%. Y, en una inédita suma de paradojas, hoy los precios en España suben menos que la media comunitaria y el diferencial está a favor de nuestra economía en medio punto.

El derrumbe del precio del petróleo -más de 100 dólares en el barril de Brent en sólo siete meses- ha marcado la rebaja de la inflación. Pero en estos momentos, la recesión pesa tanto o más que la evolución del precio del crudo y una gran parte de las actividades económicas se han visto obligadas a bajar los precios para mantener las ventas. Así queda registrado en los datos del INE conocidos ayer: en lo que va de año, de las 57 categorías de productos y servicios que analiza la estadística de precios, nada menos que la mitad están en negativo.

En el caso de muchos artículos hay un componente claramente estacional por las rebajas de enero. Es el caso obvio de capítulos como el calzado y el vestido, cuyas reducciones de precio han alcanzado los dos dígitos. Pero otros muchos han bajado como reacción a la depresión de la demanda, con una incidencia más agudizada en los bienes duraderos. Muebles, accesorios o utensilios del hogar o vehículos a motor son claros ejemplos. Aunque también se han producido fuertes descensos en los alimentos, elaborados y frescos, y en el turismo y la hostelería.

Los analistas auguran que, por el efecto escalón del precio del petróleo -el primer semestre de 2008 estaba a 100 dólares el barril, frente a 40 que se prevé este año-, antes de verano habrá meses en que el índice general esté en negativo. Sin embargo, Gobierno y expertos consideran que España no caerá en la deflación -según el FMI, dos trimestres consecutivos de IPC negativo- y quizá 2009 simplemente cierre con una fuerte desinflación: desaceleración de los precios, aunque continúen creciendo. Pero tras la actual recesión no cabe descartar la deflación. De ser así, las empresas entrarán en una guerra de precios que les llevará a vender con el único fin de cubrir costes, lo que agudizaría la crisis y agravaría el desempleo. Ante tal posibilidad, Gobiernos y bancos centrales tendrán que conjurarse para incentivar el consumo con políticas monetarias y fiscales.

Cabe confiar en que, tras el verano y superado el escalón del Brent, remita el descenso del IPC. Para entonces las empresas habrán ajustado su capacidad productiva y es muy probable que no necesiten poner tanto producto en el mercado para reajustar sus cuentas. Casada la oferta y la demanda, la deflación no debe ser el problema. Es de esperar que la inflación tampoco.

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