Nuestra derrota en EADS
La dramática situación de nuestra economía, con las cifras del desempleo como máximo exponente, ha provocado que pasen prácticamente desapercibidas las últimas decisiones adoptadas en el seno de la multinacional EADS, decisiones que nos afectan negativamente en los aspectos industrial y tecnológico.
Es necesario recordar los antecedentes para enmarcar adecuadamente los sucesos recientemente acaecidos. Veamos, en el año 2000, en el curso de una negociación larga y compleja para la integración de la antigua CASA en el consorcio europeo, la SEPI y el Gobierno español consiguieron que aunque nuestra participación accionarial fuera moderada (5,5%), la presencia española en el gigante europeo fuera significativa. Lo era por la carga de trabajo atribuida a las instalaciones en suelo español, por nuestra presencia en el consejo de administración y, muy especialmente, por el reconocimiento a España del liderazgo y dirección de la MTAD -división de transporte militar-, configurada como unidad empresarial independiente.
Posteriormente, a lo largo de 2003, hubo de negociarse la prórroga de la presencia española en el capital de EADS. De nuevo, tras una durísima negociación, la SEPI y el Gobierno español lograron mantener la situación de MTAD como división independiente y, en base a ella, conseguir un hito tan importante como que el delivery center del futuro A-400-M se ubicara en España, concretamente en Sevilla. Acoger la localización del centro de ensamblaje, prueba, demostración y entrega del nuevo avión proporcionaba a Andalucía la oportunidad de configurar una pequeño Toulouse, que dinamizara la industria auxiliar local.
Para favorecerlo, la SEPI propició que entre la dirección de EADS y la CEA -Confederación de Empresarios de Andalucía- se planificara con antelación el desarrollo de la industria auxiliar. MTAD anticipó con tiempo los requerimientos que iba a necesitar en el futuro para el delivery center: qué, cómo y cuándo, lo que permitió a la industria andaluza prepararse para aprovechar la oportunidad.
La apuesta española por el citado proyecto industrial se concretó también en la subvenciones aportadas por diversas Administraciones públicas -en torno a 350 millones de euros-, y en la participación española como cliente con un pedido de 27 unidades del futuro avión.
Pues bien, hace unas semanas, al parecer sin acordarlo previamente con el Gobierno español, el consejo de EADS ha decidido modificar el contenido de los acuerdos suscritos entre ambos. En efecto, la decisión de integrar plenamente la división MTAD en la empresa Airbus representa liquidar de modo fulminante el liderazgo español sobre la división, que pasará a estar bajo dirección francesa. Expresado en términos deportivos, Francia ha ganado el partido a España. Y siendo cierto que esta derrota acarreará perjuicios a la industria aeronáutica y tecnológica española, queda por ver la dimensión de los mismos, incluso sobre la incipiente industria auxiliar nacida en Andalucía al calor del delivery center del A-400-M.
Adicionalmente, hace unos días EADS ha decidido unilateralmente la destitución del anterior presidente de EADS-España y la designación de uno nuevo, otra vez sin contar con el capital español de la compañía. Esta circunstancia, completamente novedosa en relación con los anteriores cambios habidos en la citada presidencia, es suficientemente ilustrativa de la pérdida de peso de España dentro del consorcio europeo. Pareciera que no se ha explotado suficientemente la potencialidad que representa nuestra múltiple condición de accionista -con el citado 5,5% del capital-; de cliente -con el pedido de 25 aviones y desembolso anticipado superior a 1.000 millones de euros-; de subvencionador de la actividad -nuestras Administraciones públicas han subvencionado en su conjunto las instalaciones de San Pablo con varios cientos de millones de euros-, y de titular de determinadas capacidades dentro del marco industrial del consorcio.
Una de dos, o hemos asistido a una deficiente negociación en las decisiones adoptadas por EADS, o se ha concretado uno de los pagos prometidos a Sarkozy por parte del Gobierno español como contrapartida a la presencia de nuestro presidente del Gobierno en la famosa foto de la cumbre ampliada de jefes de Gobierno y Estado. En cualquiera de los dos casos, estamos ante una evidente dejadez en la defensa de nuestra industria.
Por su parte, los sindicatos españoles habrán podido comprobar que la existencia de un Ministerio de Industria no garantiza por sí mismo una mejor defensa de la industria española.
Ignacio Ruiz-Jarabo Colomer. Ex presidente de la SEPI