Prioridad número uno, la formación
Un país que no cuida a sus jóvenes está condenado al fracaso. Una economía que no desarrolla su capital humano está abocada al abismo. Bastan estas razones para comprender la trascendencia de las conclusiones de los informes que, reiteradamente, alertan sobre las carencias que amenazan a España en el campo educativo. El estudio que ayer presentó el Consejo Económico y Social (CES) se suma con acierto a los que denuncian los notables agujeros de nuestro sistema de formación.
La Universidad, según el CES, vive de espaldas a la sociedad y a las empresas. Sólo el 7% de las empresas innovadoras colabora con la Universidad, el 1,7% del total. La Formación Profesional carece de prestigio y no se adecúa a los perfiles que reclaman las empresas. No hay coordinación de las Administraciones en educación, una competencia de las autonomías. Y, para completar el desolador panorama, el abandono escolar es del 30%, el doble que la media en la UE.
Todos los estudios demuestran la relación directa entre carencias de formación y más paro. En un país con 3,5 millones de desempleados mejorar la formación no es sólo una obligación; sería un suicidio colectivo no hacerlo. Y se equivoca quien crea que para ello bastará con los cambios en marcha de la mano del proceso de Bolonia y de la nueva Ley de Ciencia.